Cuando oscureció, Amaya salió de su habitación. Iba vestida con su uniforme negro y llevaba en la espalda la espada claymore. Tomó la memoria que contenía los archivos que lograron copiar de la división médica y la guardó en un bolsillo interno de su traje.
Tiago la esperaba afuera. A pesar del temor, caminaban con naturalidad por los pasillos.
Sin ningún contratiempo, llegaron hasta el garaje donde tomaron una de las potentes motocicletas. En el portón, dos cazadores de segundo orden montaban guardia. Ya muy cerca de la caseta de vigilancia, uno de ellos les pidió detenerse.
— ¿Hacia dónde se dirigen?
Amaya sin quitarse el casco de fibra de carbono fue la que contestó:
—Queremos comer algo.
—¿Uniformados y armados? —preguntó el guardia.
—Nunca se sabe...
—Por favor, su mano —pidió el guardia mostrándole el lector de huellas.
Tiago pasó saliva preparado para influir mentalmente en el guardia de ser necesario. Amaya colocó la mano en el lector y progresivamente la info