Kaia
Suspiré para no empañar este momento cálido con mis tragedias y entrecerré los ojos para enfrentar a papá.
—Deja de decir esas cosas o los demás creerán que de verdad me gusta Nevan. Sabes que él es como un hermano para mí.
Ay, me sentí tan hipócrita.
—¿Un hermano…? —repitió papá, burlesco—. No conoceré yo mis genes. Pero ya estás advertida, cachorrita. Alejadita de ese mocoso que te come con la mirada.
Qué…
No pude evitar que mi corazón saltara emocionado, aunque sabía que eso era imposible. Pero así era papá: sobreprotector y paranoico. Según él, todos los lobos querían conmigo, por lo tanto, su juicio no era de confiar.
Sin embargo, no perdía nada con fantasear que sí, que Nevan me deseaba tanto como yo a él.
Uy, eso sería hermoso.
—Bastian, deja de decir sandeces —lo increpó mamá con una mirada afilada que hasta a mí me asustó. Él le tiró un beso y le guiñó un ojo, haciendo que ella se sonrojara.
Vaya, esos dos parecían mates recién unidos por el lazo, pero me encantaba. Era