POV Ariana
Abro los ojos, y por un instante, la luz blanca del techo me ciega.
Luego, el pitido monótono de una máquina me devuelve al presente. No estoy muerta. Estoy viva. Respiro, y me doy cuenta de que duele. Todo duele. No solo el cuerpo… también el alma.
Parpadeo, tratando de recordar. Y entonces, como una avalancha, me golpea la memoria. El cuchillo. El grito. La sangre. Ernesto. El miedo.
Las lágrimas ruedan por mis mejillas sin pedir permiso. No sé si es alivio, dolor o rabia lo que siento… quizá todo junto. Una enfermera se acerca, me mira con preocupación.
—¿Está bien, señora?
Me limpio el rostro con torpeza, como si así pudiera borrar todo lo que siento. Asiento con la cabeza, sin palabras.
—Sí… solo quiero saber… ¿Cuándo podré irme?
—Cálmese —me dice con voz profesional, pero no sin ternura—. El doctor vendrá a revisarla. Estamos localizando a su esposo, pero hasta ahora no hemos tenido suerte. Lo que sí es que ya contactamos a sus padres. Vienen desde el Mediterráneo. Es