Cuando Marfil le contó a Miranda sobre lo que pasó en su paseo con Imanol, sus ojos brillaban de una forma distinta. Había algo nuevo en su mirada: esperanza.
—Estoy loca… —susurró Marfil, entre risas nerviosas—. ¿Cómo volví a creer en el amor? No sé si hago bien, Miranda. No sé si esto es real… o una fantasía que me va a romper el corazón otra vez.
Miranda no respondió enseguida. Solo se acercó y la abrazó con fuerza, sintiendo cómo el pecho de su amiga temblaba con esa mezcla de emoción y miedo.
—¡Claro que haces bien, Marfil! —le dijo al oído—. Tú mereces amor. Lo mereces desde hace mucho. Y creo que Imanol es bueno para ti. ¿Te hace feliz?
Marfil se separó un poco del abrazo, y sonrió. Era una sonrisa tímida, sorprendida, casi infantil.
—Nunca me había sentido tan bien —murmuró—. Es raro. Tal vez suene mal, pero… nunca disfruté tanto estar con un hombre como con Imanol. No solo físicamente. Es algo… diferente. Como si, por fin, alguien me viera.
Miranda asintió despacio. Había escu