Miranda lo empujó con fuerza y le cruzó la cara con una bofetada llena de rabia.
—¿Qué crees que haces?
Arturo se llevó una mano a la mejilla adolorida.
—¡Te amo! —exclamó, con la voz rota—. Nunca te olvidé. Sé que me odias, que me culpas por la muerte de Ariana… pero te amo, Miranda. Nunca dejé de hacerlo.
—Vete —le dijo ella, con los ojos brillantes de dolor—. No puedo perdonarte. ¡Vete ya!
Arturo bajó la mirada, derrotado. Sin decir una palabra más, se dio media vuelta y se alejó.
Miranda cerró la puerta de golpe. Sus piernas temblaban.
Rompió en llanto, un llanto tan profundo que parecía desgarrarla por dentro. Esto dolía más de lo que quería admitir.
Ivy, su madre, se acercó de inmediato y la envolvió en un fuerte abrazo.
—Hija… lo siento tanto…
—¿Por qué tenía que encontrarme? —sollozó Miranda—. No quiero verlo, mamá. No quiero...
***
Arturo subió a su auto y condujo de regreso al hotel, pero su mente solo pensaba en ella.
—Miranda, mi amor… nunca te olvidé, ni te olvidaré. Te am