Sergio lanzó una mirada fría a Lynn antes de hacer una señal con la mano.
De inmediato, uno de sus guardias entró en la habitación, cerrando la puerta tras él como si sellara su destino.
Sergio se acercó lentamente a Lynn, disfrutando del terror que veía en sus ojos, y le quitó la venda de la boca con un movimiento brusco.
—¡Por favor, déjanos ir, Sergio! —suplicó Lynn, la voz rota por el miedo—. ¿No has hecho ya suficiente daño?
Una sonrisa torcida se dibujó en el rostro de Sergio. No respondió con palabras.
Solo alzó una mano, y el guardia, obediente, se dirigió hacia Arturo.
Sin piedad, comenzó a golpearlo brutalmente.
Miranda soltó un grito ahogado, sus lágrimas comenzaron a correr sin control.
—¡Basta! ¡Déjalo, por favor! —clamó, extendiendo una mirada hacia ellos, como si pudiera detener el horror con solo un gesto.
Pero Sergio, implacable, ni siquiera parpadeó.
—Entonces, ¡habla! —rugió—. ¡¿Dónde está Ariana?!
Miranda lo miró entre sollozos, el rostro bañado en lágrimas y desesp