Ariana dejó una caja de regalo sobre la mesa con manos temblorosas. Dentro, el acuerdo de divorcio descansaba bajo una carta cuidadosamente doblada: su despedida. Sus ojos ardían, pero no se permitió llorar.
Ya no.
Tomó su teléfono y escribió un último mensaje:
«Ayudaré a Miranda, mañana se irá del país, así que quiero estar a su lado»
La respuesta no tardó en llegar.
«Entiendo, mi amor. Te amo, princesa. No lo olvides»
Ariana sostuvo el teléfono entre sus dedos por unos segundos, como si el peso de esas palabras aún pudiera detenerla.
Luego, sin contestar, lo dejó dentro de la caja abierto en su chat con Lorna, y después cerró la caja como quien entierra un cadáver.
Al salir de casa, el chofer la interceptó.
—Señora, ¿la llevo a algún sitio?
Ariana inhaló profundamente antes de responder.
—Esta vez iré sola. Debo ayudar a mi amiga Miranda.
El hombre dudó un instante, pero asintió y la vio alejarse en el auto. Apenas desapareció en la distancia, sacó su teléfono.
—Señor, la señora se h