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A veces hay que pedir perdón de rodillas

Y heme aquí, por tercer día frente a la puerta del departamento de mi ahora proclamada cuñadita adorada con una bolsa de doritos y una Coca-Cola bien helada.

Flashback...

- Vannah, por favor, abre la puerta - golpeo insistentemente en el departamento de mi cuñada y nada pasa, es que quiero por lo menos decirle que lo siento, pero nada. En eso escucho a alguien en el pasillo.

- Ella salió temprano al hospital, joven. ¿Podría dejar de interrumpir mi descaso? - la señora se ve un tanto molesta, pero claro como no si son las ocho de la mañana y yo aquí haciendo escándalo.

- Perdón, señora, lo siento.

Salgo de ese lugar y me voy a la oficina, hoy será un día intenso con los preparativos del nuevo edificio y el traslado de las oficinas, cuestión que me tiene a full junto con mi viborita que ahora se las dio de defensora de todos, menos de mí.

Por qué lo digo, pues porque desde que se enteró del pequeño impasse con Vannah me dirige la palabra solo por trabajo, se acabaron las bromas, los a
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