Melina
Estoy sentada frente a él, muy nerviosa, pero él se ve tan relajado, como si lo que fuera a suceder no tuviera importancia, cuando sí la tiene, y mucho. Si Roxy descubre que su padre le quiere tender una trampa y que yo le estoy ayudando, juro que me matará. Yo lo miro molesta y lo señalo.
—Tú, escúchame muy bien: si Roxy descubre lo que planeas, créeme que te querrá matar. Y, por favor, recuérdame por qué estoy haciendo esto.
Él me sonríe y se pone de pie, se coloca tras de mí y empieza a acariciar mi cuello. Yo cierro los ojos; tengo que admitir que, a pesar de sus años, cuando me toma en sus brazos, me vuelve completamente loca. Pero de pronto empieza a apretar mi cuello tan fuerte que yo abro los ojos por la falta de oxígeno. Trato de tomar su mano para alejarlo, pero él no me lo permite. Se acerca a mi oído y juro por Dios que en cualquier momento perderé la conciencia. Él muerde el lóbulo de mi oído y me dice:
—Te voy a recordar por qué lo estás haciendo. Lo estás hacien