Ron sentía que su vista se estaba poniendo cada vez más oscura y perdía fuerza en sus patas. Su cuerpo cada vez más lento, el rastro de sangre detrás de él por las tres flechas en su lomo. Los humanos lo habían alcanzado aún si había corrido lo más rápido que había podido.
El pequeño bulto en su boca se removía con pequeños chillidos que apenas se oían. Ron no la había soltado, no la había dejado atrás. Esa era su cachorra, su hija.
Obligó a sus patas a moverse a pesar de estarlas arrastrando. Sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida. Podía escuchar a su corazón palpitar con fuerza forzando lo poco de sangre dentro de él. Solo la convicción de poner a salvo a su cachorra fue lo que lo mantuvo con vida.
Sin embargo, su cuerpo se derrumbó cuando casi estaba llegando a su destino. Ah, solo faltaban unos pasos más. Solo unos pasos más. Su boca se abrió dejando salir la bolita de pelos manchada de sangre que se removió en busca del olor de su padre.
Ron la miró con su cuerpo tendido so