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Caminó abrazando a su hija a la cual no le había puesto nombre. Se había encariñado con ella, pero no sabía si podría sobrevivir a las duras condiciones de vivir como lobos salvajes.

Ron volvió por el mismo camino de vuelta a la cueva. Tras cazar un conejo no le quedó de otra que volver a alimentar a su cachorra con sangre. Las arcadas de ella no faltaron, pero al menos ahora no lloraba y estaba dormida, con algo de alimento dentro de su barriguita. No duraría mucho así, pero al menos descansaría algo.

Se detuvo de golpe escondiéndose detrás de una enorme piedra y se asomó. Su rostro se arrugó al oler… humanos. Espera, estaba… afuera de la cueva y… dentro.

Entonces vio a Lilya salir caminando junto a uno de ellos. La sonrisa que tenía en su rostro lo estremeció. Hacía tiempo que no la veía, como si estuviese contenta por haber obtenido algo. Soltó un jadeó y apretó a su cachorra contra él de forma protectora.

¿Qué estaba pasando? Los humanos y los lobos no se llevaban bien, pero la es
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