A medida que los primeros rayos de este nuevo amanecer comenzaban a iluminar el reino, Aiden y yo nos encontramos asumiendo un papel que nunca habíamos anticipado. No nos coronamos reyes de inmediato. En cambio, trabajamos codo a codo con el consejo provisional, guiando la transición hacia una nueva forma de gobierno, una donde el poder se compartiera y la voz del pueblo fuera escuchada. Era una tarea abrumadora, pero estábamos unidos en nuestro propósito.
Nuestra dinámica como gobernantes era única, una fusión de perspectivas y habilidades que se complementaban a la perfección. Yo aportaba mi conocimiento del reino, sus tradiciones, su compleja burocracia y su gente, así como mi experiencia personal bajo la tiranía de mi padre. Había vivido en el corazón de la opresión y comprendía las heridas profundas que necesitaba sanar el pueblo. Aiden ofrecía una perspectiva más amplia, una sabiduría ancestral que se extendía más allá de las fronteras humanas y una conexión pro