Capítulo 29.

El ascenso de Aiden fue rápido y potente, sus alas negras batiendo con la fuerza de una tormenta, elevándonos por encima del dosel esmeralda del bosque. El viento azotaba mi rostro, y me aferraba con todas mis fuerzas a las escamas ásperas de su lomo, el dolor punzante en mi brazo izquierdo punzando con cada movimiento. Miré hacia abajo y vi a los guardias, figuras diminutas ahora, moviéndose entre los árboles como hormigas furiosas, sus gritos ahogados por la distancia y el rugido del viento.

Aiden volaba con una determinación feroz, sus ojos dorados fijos en el horizonte, buscando un refugio seguro. Podía sentir la tensión en sus poderosos músculos, la urgencia que lo impulsaba a alejarnos lo más posible de nuestros perseguidores. Sin embargo, mi herida comenzaba a debilitarme. El dolor se extendía, y una sensación de mareo me invadía.

"Aiden...", logré decir, mi voz apenas un susurro contra el viento. "Mi brazo..."

Él emitió un gruñido preocupado, dismi
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