La promesa de Aiden de intentar contactar a Liam pendía en el aire de la mañana como una esperanza frágil, casi etérea. Tras el desayuno frugal, compuesto por algunas bayas silvestres y agua de la cueva, nos dirigimos al claro del árbol antiguo. Su imponente presencia, con sus ramas retorcidas elevándose hacia el cielo como brazos de un gigante dormido, emanaba una sensación de quietud ancestral, una energía que parecía impregnar el propio aire.
—Este lugar... es un nexo —explicó Aiden, apoyando una mano con respeto en la corteza rugosa y nudosa del árbol. Su voz era un murmullo que se mezclaba con el suave susurro de las hojas—. La energía aquí fluye de una forma especial, facilita la conexión con otros seres, incluso a distancia. Me indicó que me acercara al árbol, que sintiera su solidez y su antigüedad bajo mis manos. —Cierra los ojos, Katherine. Piensa en tu hermano, en su rostro, en s