El nombre, Aiden Damon, resonó en mi mente. Era un nombre fuerte, masculino, que encajaba con la presencia imponente que proyectaba ahora en su forma humana. De alguna manera, "Dragón" había sido un título, una descripción de su forma y de su naturaleza majestuosa, pero "Aiden" era él, su ser individual, la esencia de quien era más allá de su imponente apariencia.

-Aiden -volví a decir, mi voz apenas un susurro, sintiendo cómo el nombre se asentaba en mi boca, familiar y bienvenido-. Es... un buen nombre.

Una pequeña sonrisa iluminó su rostro, un destello de luz en la penumbra de la cueva. Parecía aliviado de que mi reacción no fuera de miedo o rechazo, sino de aceptación, de curiosidad. Su expresión era de una gratitud silenciosa que me llegó al corazón.

-Gracias, Katherine -respondió, su voz grave resonando suavemente en el aire-. Tu nombre también... te sienta bien. Es fuerte, pero... suave a la vez.

Un ligero rubor subi