El aire estaba cargado de tensión cuando Violeta cruzó el corredor hacia la sala de los retratos, una de las más antiguas del castillo. La habitación, rodeada por enormes cuadros de generaciones pasadas, parecía absorber el eco de sus pasos. Leonard la seguía a corta distancia, en silencio. Desde que habían descubierto la implicación de su madre en la firma de la carta enviada a los Luthien, Violeta no había dejado de pensar en una sola palabra: traición.
Pero no podía precipitarse. Aún no. Tenía que entender la razón detrás de todo. Aunque la explicación terminara siendo más cruel de lo que podía soportar.
—Estará aquí —dijo Leonard—. Altair confirmó que fue convocada por la reina madre para una reunión privada… que nunca ocurrió. Lo que significa que eligió venir sola.
Violeta se detuvo frente al retrato de su bisabuela. Una mujer de mirada fiera y corona ladeada. Cuántas veces de niña había temido esa expresión. Ahora, sentía que sus propios ojos reflejaban el mismo fuego.
La puert