Emma dejó la taza sobre la mesa mientras observaba con atención a Leonard. Desde hacía días lo notaba inquieto, como si un presentimiento oscuro lo envolviera. Su ceño fruncido y la manera en que no podía dejar de mirar el viejo libro con la cubierta agrietada lo delataban.
—Leonard… —dijo finalmente, con suavidad—. Tienes que dejar de torturarte con ese libro.
—No lo entiendes, Emma —replicó él, sin mirarla—. Ese libro no solo cuenta lo que ya pasó… también ha comenzado a registrar cosas nuevas. Cada día aparecen páginas que antes no estaban. A veces escriben lo que ya ocurrió, pero otras… parece adelantarse, como si supiera lo que va a pasar. Y eso me aterra.
Emma se acercó y le tomó la mano.
—¿Te aterra el futuro?
—Me aterra perderte de nuevo —dijo él, alzando por fin la mirada—. El libro ya nos separó una vez. ¿Y si vuelve a hacerlo? ¿Y si enemigos de mi reino logran atravesar este mundo? ¿Y si yo desaparezco… o tú?
Ella sonrió con una dulzura rota.
—Leonard, estamos aquí. Juntos.