Capítulo 118: Grietas en el espejo

El amanecer se colaba entre las cortinas como una promesa de renovación, pero para Leonard, esa promesa no trajo paz.

Despertó con la respiración agitada, la boca seca y el recuerdo nebuloso de un sueño que no lograba reconstruir. Se quedó unos minutos tendido, con los ojos clavados en el dosel de la cama, sintiendo cómo algo —algo invisible— le pesaba sobre el pecho.

Era una sensación extraña. Lejana. Como si hubiera olvidado algo importante.

Pero, ¿qué?

Sacudió la cabeza y se obligó a incorporarse. El suelo bajo sus pies estaba frío, pero no tanto como para justificar el escalofrío que recorrió su espalda. Se acercó al jarrón de agua, bebió un par de sorbos, y luego se detuvo frente al espejo.

Por un momento, no reconoció su reflejo.

No era físico. No había cambios visibles. Su rostro seguía siendo el mismo: ojos grises, mandíbula firme, cejas marcadas. Pero algo en la mirada... estaba desenfocado. Como si su alma se hubiese desplazado ligeramente de lugar.

—Estoy cansado —murmuró.

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