Fernando
Cuando Valeria sugirió salir al jardín, una parte de mí se resistió. No porque no quisiera, sino porque sabía que cualquier paso fuera de la rutina podría desestabilizar lo que ya habíamos construido, lo que se supone que debíamos construir. Yo, paciente. Ella, fisioterapeuta. Eso debía ser todo. Nada más.
Si bien nunca se había cruzado una línea entre nosotros, al menos en mis acciones, había una separación clara. Entre ella yo, se levantaba una barrera invisible que yo había creado para mantenernos en nuestros respectivos roles. Lo que ella hacía por mí, lo que yo necesitaba de ella, era simplemente parte del proceso. Nada más.
Pero, en el fondo, para mi corazón no era tan sencillo.
Cuando caminamos hacia el patio exterior, no pude evitar notar cómo la luz del sol iluminaba su rostro, cómo la brisa levantaba un poco su cabello, cómo la calidez del día parecía hacerla brillar más. A pesar de mi intento por mantenerme centrado, algo en mí empezaba a desbordarse. Cada centímet