46. Amenazas
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Rodrigo se mostraba incómodo, aunque intentaba disimularlo. Sus gestos lo delataban: se acomodaba la corbata, se pasaba la mano por el cuello como si le faltara el aire, y aun así avanzaba detrás de Silas hacia la oficina. Nora, que caminaba junto a su esposo, lo percibe al instante. Nota la tensión en su postura, la incomodidad evidente en cada movimiento. Entiende que se trata de un asunto de negocios, uno de esos en los que no tiene que intervenir ni escuchar, y se le ocurre algo para evitar ser una carga.
—¿Qué tal si espero en la sala de espera? —dice suavemente, sujetando con delicadeza el brazo de Silas.
Él se inclina apenas hacia ella, sorprendentemente atento a su voz, como si cada palabra de su boca mereciera toda su atención. Sus ojos la observan con un destello casi cálido antes de girarse buscando a Ciro.
Uno de los ejecutivos, un hombre de traje azul marino se queda mirando a Nora con cierta curiosidad. Sus pasos se detienen un segundo mientras la evalúa, no con la mi