36. Piedad

Capítulo 36

Nora apenas alcanzó a tocar el colchón cuando Silas la atrapó bajo su peso nuevamente, sus manos firmes recorriendo su cuerpo con una urgencia que rozaba la obsesión. Ella intentó reclamar, susurrando entrecortada:

—Silas… por favor…

Lo vio ponerse un nuevo condón mientras yacía desmadejada en la cama, el sudor perlando su piel.

Él sonrió contra su piel, ignorando su súplica, hundiéndose en el hueco de su cuello y dejando otra marca oscura sobre su clavícula. Sus labios y dientes siguieron su recorrido, reclamando territorio en sus caderas, en la curva de sus muslos, en cada rincón donde pudiera dejar prueba de que ella le pertenecía.

—Mía —gruñó con un tono áspero, casi salvaje, mientras la sujetaba para que no escapara de su intensidad—. ¿Lo entiendes, Nora? Aunque pidas clemencia… no pienso darte paz está noche hasta que lo entiendas.

“No quiere hijos, no se pone celosa, no pregunta nada. Esta niña debe entender a quién pertenece” pensó Silas, con un empuje brioso de su
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