La noticia explotó como dinamita en una sala cerrada.
“Filtración de datos estratégicos vinculados a Valeria Andrade, denuncian insiders”
El titular no usaba la palabra “culpable”. Pero no necesitaba hacerlo.
Las palabras “Valeria” y “filtración” juntas bastaban para encender el infierno.
Cuando Liam entró a la oficina aquella mañana, su asistente tenía una expresión gélida en su rostro, y sin atreverse a levantar la mirada solo le dijo:
—Su padre lo espera en la sala principal. Trajo al abogado corporativo y a uno de los inversores internacionales.
Liam no preguntó más.
Solo apretó la mandíbula y caminó.
Al abrir la puerta, supo que algo grave estaba por suceder.
—¿Qué es esto? —preguntó apenas entró.
Su padre lo miró desde el otro extremo de la sala.
—Es un incendio que podés apagar. O dejar crecer.
—No entiendo.
—Alguien usó información sensible de la fusión para enviar propuestas anticipadas a la competencia. Los datos salieron desde una terminal de tu departamento. A nombre de Va