Valeria despertó antes de que sonara la alarma.
Estaba en su cama. Sola. El abrigo tirado en una silla, el celular apagado desde las dos de la mañana. No sabía exactamente cuánto tiempo había pasado desde que volvió de la terraza de Liam, pero lo que sí sabía era que algo en ella ya no era igual.
Había un vacío distinto. No el de la soledad, sino el que dejan los encuentros intensos. Ese hueco que se forma cuando algo real toca una parte vulnerable… y después desaparece.
Se sentó al borde del colchón, con el corazón todavía algo agitado.
No deberían haberse besado.
No en ese momento. No en esas circunstancias.
Pero el problema no era que lo hubieran hecho.
El problema era que ella quería volver a hacerlo.
Se duchó rápido. Se vistió como si pudiera armar una nueva armadura. Blazer negro, pantalón entallado, tacones firmes. El delineado impecable como una declaración silenciosa de que seguía de pie.
Pero mientras bajaba las escaleras del edificio, el celular vibró. Dos veces.
Primero, u