De pie en los escalones frente a la puerta del apartamento de Manuel, María de repente detuvo sus pasos que se elevaban, titubeando y vacilando. En su rostro comenzó a sentirse un calor abrasador, una especie de vergüenza que se extendía automáticamente como si alguien le hubiera abofeteado la cara.
Toda la determinación y valentía que había reunido antes de venir para salvar a Sebastián, en este instante, se desvanecieron por completo, desapareciendo por completo. Antes de entrar, su síndrome de vergüenza la atacó. Dentro de un rato, tendría que enfrentarse a él personalmente, incluso tendría que bajar la cabeza y pedirle ayuda...
María se quedó parada en su lugar, atrapada en un dilema. En su interior, realmente no quería tener más tratos con ese hombre cruel y dominante. Simplemente no quería volver a cruzar caminos con él.
Aunque ese incidente humillante había pasado tanto tiempo, ella no podía olvidarlo. No podía olvidar cómo se arrodilló vergonzosamente en el frío suelo, él la pe