Con la llegada de los caballeros reales de los tres reinos imponentes de las Tierras Altas, el pequeño pueblo donde vivía Eryn se convirtió en un campo de destrucción y lamento.Eryn, de dieciocho primaveras, corría entre flechas incendiarias, esquivándolas con suerte, mientras tiraba con fuerza de la mano de su madre. Ella, a pesar de estar herida, intentaba seguirle el paso con todas sus fuerzas... pero no sirvió de mucho. Uno de los caballeros logró alcanzarlos. Con la lanza que traía, golpeó a Eryn en el estómago con violencia, haciendo que cayera al suelo, golpeándose el rostro en el proceso.-¡Dividan a las mujeres de los hombres! -gritó una voz fuerte, la del que parecía comandar la tropa.-¡Mujeres a la hoguera! ¡A los hombres, matadlos como podáis!Eryn, aturdido, apenas podía levantar la vista, pero alcanzó a ver cómo tomaban a su madre del cabello y la arrastraban por la tierra. Ella pataleaba, gritaba, suplicando que no le hicieran daño a su hijo.El muchacho, desesperado,
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