Lo Que Fuimos.
El eco de sus pasos se disolvía entre los pasillos rotos del complejo. La luz del cuaderno había menguado, reducida a un resplandor suave que apenas iluminaba el camino. A medida que descendían por las escaleras metálicas, el aire se volvía más denso, saturado de humedad y polvo.
Isela caminaba detrás de todos, con la mente hecha trizas. La imagen de sí misma sobre aquella camilla seguía repitiéndose en su cabeza, una y otra vez, como un eco que no se apagaba.
El sonido de aquella voz: “Reinicio número 23”, le perforaba los pensamientos. Veintitrés veces. Veintitrés vidas borradas.
Llegaron a una sala amplia, casi intacta, con un ventanal cubierto por una gruesa capa de polvo. Leo revisó el perímetro, mientras Livia buscaba botellas de agua entre los escombros. Damian se quedó de pie junto a la puerta, sin mirarla.
Isela se dejó caer en una silla rota. Le temblaban las manos. No sabía si del frío o del miedo.
El silencio entre ellos era espeso, apenas roto por el zumbido de los tubos