El Precio del Recuerdo.
El aire era espeso, cargado de polvo y el zumbido metálico de los sistemas aún activos. La sala que habían encontrado era apenas un refugio: paredes agrietadas, cables colgando, una consola medio rota en el centro que parpadeaba con luz azul.
Isela, Damian, Livia y Vincent estaban atrapados allí, respirando con dificultad, sintiendo que el mundo que conocían se deshacía a su alrededor.
Selena se inclinó sobre la consola, ajustando cables y presionando teclas oxidadas. Cada movimiento era calculado, como si el tiempo estuviera en su contra.
—Puedo mostrarles lo que el Consejo ha hecho con ustedes —dijo con voz baja y firme—. Pero no durará mucho.
Isela dio un paso hacia adelante, vacilante. La pantalla emitía flashes de imágenes distorsionadas: fragmentos de recuerdos que no reconocía del todo, escenas que su mente no quería aceptar. Su pecho se apretaba con cada imagen.
—¿Qué… qué es esto? —preguntó, con la voz quebrada.
—Su pasado y lo que ellos intentaron borrar —Selena respiró hond