El primer paso adentro no tuvo dramatismo, no hubo una luz cegadora, ni una alarma, ni un sonido que marcara el cruce. Lo que hubo fue algo peor: continuidad.

El mundo no cambió bruscamente al atravesar el umbral; simplemente siguió, como si siempre hubiera esperado que ellos estuvieran allí.

Isela sintió esa continuidad como una traición sutil. Durante semanas, meses, había construido el encuentro como una ruptura.

Un antes y un después, algo que justificara todo el miedo acumulado. En cambio, el laboratorio los recibió con una calma quirúrgica, como si su llegada fuera un dato más dentro de un proceso largo.

—Estamos dentro —murmuró Cayden, aunque nadie lo necesitaba.

El aire era distinto, no más limpio, no más frío, sino más consciente. Cada partícula parecía estar siendo monitoreada, no para controlarla, sino para entender cómo reaccionaba al movimiento humano.

Isela avanzó despacio, con la sensación persistente de que incluso su respiración estaba siendo interpretada.

Damian cerr