El Eco de Viktor.

El laboratorio no respondió a su presencia con palabras, ni con alertas, ni siquiera con un gesto inequívoco de defensa, respondió con orden.

No un orden rígido, heredado de viejas jerarquías, sino uno flexible, casi elegante, que se reacomodaba a cada paso que daban.

Las luces no se encendían de golpe: modulaban su intensidad conforme avanzaban, como si el edificio necesitara observar primero la silueta completa antes de decidir cómo iluminarla.

Los sistemas no se activaban de forma abrupta: despertaban por capas, una sobre otra, como recuerdos que regresan cuando algo los provoca.

Isela lo percibió con una mezcla incómoda de inquietud y fascinación. Ese lugar no había sido diseñado para contener personas. Había sido diseñado para entenderlas.

—Esto no es infraestructura de emergencia —murmuró—. Es… curaduría.

Cayden asintió, con los sensores internos procesando flujos de información que no terminaban de cerrarse en patrones completos.

—No optimiza para supervivencia inmediata —dijo—
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