El Camino Nunca Termina.
Mientras avanzaban, Cayden comenzó a percibir los efectos secundarios de manera más intensa. Cada paso requería un esfuerzo consciente para mantener la estabilidad de su cuerpo, mientras la parte no humana improvisaba soluciones internas.
Su corazón latía de manera irregular, no por miedo, sino por el esfuerzo de mantenerse funcional frente a un estímulo que excedía su capacidad de adaptación.
—No sé cuánto más podré soportar —dijo con un hilo de voz, apretando los dientes mientras la piel vibraba bajo sus manos—. Cada pulso me desgasta más, pero no puedo detenerme.
—Yo estoy contigo —respondió Isela, estrechando su agarre—. Hasta que lleguemos, hasta que esto termine.
Los recuerdos de Leo surgieron en ese momento, mezclándose con los de ellos mismos. Los juegos diseñados para reforzar los roles de la familia, los castigos sutiles, todo eso que alguna vez parecía natural, ahora se entendía como un experimento deliberado.
Leo, que siempre había parecido el más extraño, el que no encaja