Cuando termina la película Aye ya se había dormido sobre Alex. Él con cuidado la toma en brazos y la lleva a su habitación. Cuando vuelve, todos estaban hablando al mismo tiempo.
—¿Qué tanto parlotean? —preguntar.
—Están tomando turnos para patear a Ian —suelta Erik divertido.
— ¿Otra vez con él? —Alex rueda los ojos—. ¿Por qué no lo dejan en paz? Ya Sofi se va a encargar de él.
—Ella no le va a hacer nada —bufa Sole.
—Yo apuesto a que sí —canturrea Gaby.
—Eso, hagamos una apuesta —lanza Lina y todos la miran extrañado—. Apostemos cincuenta a que ella le da su merecido.
—Nada de apuesta —dice Alex con tono serio.
—Entro —salta Gaby ignorando a Alex.
—Yo también —apuesta Tony.
—Si no queda otra —se eleva de hombros Erik.
—Mas vale que le haga algo —se guaza Sole sumándose a la apuesta.
Todos mirando quedan a la única persona que faltaba.
—Bien, bien. Introducción. Pero ya deja el tema Ian/Sofi para esta noche.
—Bien, entonces hablemos de Gaby y esa chica que nombraron la otra noche con Ian —sugiere Lina con la maldad tiñendo sus ojos y sus palabras.
—No hay ninguna chica —espeta el audido.
—¿Cómo era que le decían…? —Erik finge pensar—. Ah, sí, "La chica vampiro". Era así, ¿verdad?
—Ya les dije que con esa chica no pasa nada, ni siquiera nos podemos mirar, somos como perro y gato. Nos odiamos —expone el morocho.
—Del odio al amor hay una delgada franja —cita Lina.
—Y del amor al odio hay un solo paso —refuta Gaby.
—Que cabezota —masculla Tony y Gaby clava la vista en él.
—¿Por qué no hablamos de ti, Tony? —esboza con supremacía.
—¿De mí? —consulta, incrédulo.
-Si. De ti y del oficial Soria —le hace saber.
—¿Quién es él oficial Soria? —pregunta más confundida todavía y todos los demás observaban expectantes la disputa.
—El que te atendió cuando fuiste a buscar a Ian a la estación —responde con una calma explícita de la cual hay que temer.
—Y qué pasa con él, es decir ni lo conozco. No entiendo que tienen que ver conmigo —infiere el boricua.
—No te hagas —canturrea el morocho sonriendo—. Yo escuché cuando te pedí tú número para invitarte un trago. Pillín: bromea. Tony abre y cierra la boca un par de veces, ni siquiera sabía que Gaby había escuchado tan bien algo que él escucho distorsionado. Efecto provocado por los nervios que le provocó esa mirada avellana.
— ¿Qué tienen los policías? —espeta Sole.
—No son los policías, a Tony le gusta todo lo que lleva uniforme —exclama Lina.
—Tú piensa que a él… Bueno si a él le gusta… —tartamudea Tony y Gaby lo interrumpe.
—Lo que quieres saber es si patea para el otro lado —adivina, divertido.
—Ustedes y sus expresiones —mofa Tony haciendo que los demás se rían.
—No lo sé, Tony —se eleva de hombros—, pero si te pidió tu número debe ser.
—Trabaja contigo y no lo sabes?
—No ando como vieja chusma metiéndome en la vida de los demás.
—Bien que te metiste en la mía en su momento, al igual que una que conozco, que estoy mirando y no quiero nombrar —replica el boricua mirando a Lina.
—Ya te expliqué los motivos —se defiende Gaby.
—¿De qué hablan y por qué me siento en el medio de esa discusión? —interviene Lina.
—Está enojado y resentido porque lo investigamos cuando vino a trabajar al resto —le explica Gaby.
—No estoy resentido —manifesta Tony.
—No parece.
—Tenía que cuidarme y cuidar de mi hija, Tony; ya conoces la historia y como ves —Abre sus brazos dejando ver su cuerpo—, todavía no estamos a salvo por completo y, dudo mucho que algún día lo estemos —termina, murmurando.
Alex la pega a su cuerpo.
—Todo va a pasar —le susurra.
—Ya va a terminar, Li; No te preocupes —le asegura Gaby.
Luego de ahondar el tema de Ian y Sofi y, Gaby comunicarle que todavía no daban con el desfile de Santiago, el hermano de Rafa, y ahora que Ian había ido a arreglar las diferencias con Sofi a Italia, iban a tardar un poco más en esa búsqueda, cada uno partió a sus hogares dejando a Lina y Alex solos y cansados de que los problemas no cesen. Alex acurrucó a Lina contra su cuerpo pegando su pecho en la espalda de ella, envolviéndola con sus brazos. La oye suspirar, por lo que le besa los cabellos.
— ¿Qué pasa, Ángel? —le pregunta suavemente.
—Crees que algún día los problemas se acabarán? —curiosa, sonando angustiada.
—Si eso pasara no aburriríamos —bromea él.
—Hablo en serio —ahora fue su turno para suspirar.
—No lo sé, Ángel. Espero que sí —Ella se gira quedando frente a él.
—Te metí en muchos problemas, ¿verdad? —ondea escrutando el rostro masculino con sus dedos.
—Siempre hay problemas, así es como funciona —le quita importancia.
—Pero tenías tu vida controlada y bien organizada; yo llegué y te di vuelta… —Alex no la deja terminar, corta su parloteo juntando su boca con la de ella.
—Tú llegaste y me diste vuelta toda mi vida. Tienes razón —murmura sobre su boca, le da otro suave beso—, pero fue lo mejor que me pudo pasar. Mi vida no tenía nada, estaba vacía y tú junto con Aye, le dieron sentido a todo; Me hicieron ver las cosas de diferente manera. Yo solo trabajaba y andaba con diferentes mujeres cada noche —ante ese comentario Lina frunce el ceño y él sonríe robándole otro beso—. No tenía por quien preocuparme, por quien velar… No tenía a quien amar —susurra—. Tú me diste todo lo que me faltaba y más también. Me diste por quien preocuparme, por quien velar ya quien amar. Me diste una familia maravillosa y nuevos amigos fieles y con fuertes códigos. Tenemos problemas, sí, pero eso no es nada a comparación con todo lo demás que me diste —Ella le sonríe todavía sin dejar de acariciarle el rostro, él ladea la cabeza para besar la palma de su mano.
—Estás hecho un poeta —bromea, haciendo que Alex se carcajee.
—Tonta —la besa antes que ella pueda defenderse. La besa con profundidad ratificando todas las palabras que le había dicho. Se pierden en un beso lleno de pasión y amor. Un beso como a Lina le gusta que su hombre le dé. Ese beso se convierte en algo más y de sus cuerpos comienza a emanar un calor sublime envolviéndolos a ambos. Lina lo toma de la nuca llevándolo más a ella. Alex lleva una mano a las caderas femeninas y la pega a su cuerpo. Pero Lina se queja del dolor y él se separa rápidamente.
—¿Estás bien? —le pregunta con la voz ronca por la pasión.
—Mi maldita costilla —refunfuña.
—Creo que será mejor esperar unos días más —expresa acomodando un mechón rebelde detrás de su oreja.
Ella inspira.
—Esto es una m****a —masculla y Alex se ríe.
—Te lo voy a compensar. No te preocupes.
—Mas vale que te cuides cuando me recupere —le advierte divertida y él se carcajea.
—Tú también —la vuelve a besar y luego la acomoda como estaba antes, casi obligándola a que se duerma.