Capítulo 98

Italia…

Italia lo recibió con una honorable lluvia. Cosa que hacía peor a sus sentimientos. La lluvia, la hora, el lugar, el estar tan lejos de casa, el estar solo, el saber el porqué de ese viaje, no le ayudaban de mucho. Pero tenía que sacar valor y continuar hasta concluir con su cometido. Inspirando profundamente, comenzó a caminar para retirar sus maletas, luego caminó a paso lento y firme hacia la salida del aeropuerto en busca de un taxi que lo llevara al hotel, en el cual Gaby le había reservado una habitación. Una vez afuera, buscó un taxi para que lo llevara a su destino. Con la mirada perdida en las calles de Milán, viendo sin ver el aguacero que caía en la ciudad; se encontraba ensimismado en sus recuerdos y en todo lo que le habían contado con respecto a Sofi y, por supuesto en todo lo que le faltaba saber con respecto a ella. Al llegar al hotel bajó del taxi con su maleta en mano y corrió dentro del establecimiento para tratar de esquivar lo mejor posible la lluvia. Se anunció en recepción y una vez que tuvo las llaves de su habitación en mano se dirigió a ésta.

Con todo el cansancio físico y mental se desplomó sobre la cama. Sin quitarse nada más que el saco que arrojó en una silla que se ubicaba en un rincón. Quedó tendido mirando el techo, sin saber bien cómo continuar. Sus pensamientos lo llevaron al primer día que conoció a Sofi en el resto de Lina «Maldita Lina y sus ideas», pensó para sí mismo. Ese día ella estaba nerviosa y sonrojada, se veía hermosa con el leve rubor en su rostro por la timidez que le provocó su acercamiento. Luego se adentró más a sus recuerdos, la primera vez que hablaron de verdad, en la boda de Erik y Sole, cuando ella estaba en medio de todos esos niños haciendos reír y asombrándolos con sus figuras hechas con los globos. Inevitablemente se deslizó hacia el otro día cuando fue a su casa con la patética excusa de llevarle los globos que ella se había olvidado; Pensó en ese primer beso que le robo, al que ella al principio no correspondió y luego se abrió para que él pudiera explorar esa hermosa boca suya. Vagó al día del dulce de leche, ya no iba a ver ese dulce de la misma manera, ahora cada vez que lo nombraran (que en ese país, era muy frecuente) o que lo usaran para algún postre o desayuno, lo iba a transportar a ese día cuando ella fue de él por primera vez… Ian sacude la cabeza, ya no queriendo seguir con la máquina del tiempo y menos a los días que la hizo suya. Con un sonido suspiro, se levanta pesadamente de la cama y camina hacia el barcito que hay debajo de una cómoda, saca un vaso, el wiski y se sirve dos dedos. Lo bebe de un solo trago y vuelve a servirse, esta vez llenándolo un poco más. Con el vaso en una mano y el wiski en la otra camina de nuevo hacia la cama, deja las cosas sobre la mesita de noche y comienza a quitarse los zapatos, sigue por las medias, luego el polar y así hasta quedarse solo con sus bóxer blancos. Apoya la espalda en la cabecera de la cama y mira fijamente su bebida, definitivamente no tenía ganas de seguir bebiendo. Sus párpados comenzaron a pesar y el cansancio empezó su camino hacia los brazos de Morfeo. Sin darse cuenta se estaba quedando dormido, medio sentado sobre la cama, cuando su celular comenzó a sonar.

—Oye, querubin. ¿Ya estás en el hotel? —curiosoa Gaby en cuanto Ian atendió la llamada.

—Sí, de hecho, me estaba por dormir.

—¿Sabes que lo que estás haciendo es para escribir una novela? —se burla el morocho.

—En serio' ¿Solo llamaste para burlarte?

—No solo para eso, sino también para desearte éxito en tu cruzada.

—Sigue sonando como una burla, Medina —esboza rodando los ojos.

—Solo no la cagues, Russel —dice con tono serio. Era lo más lejos a la gravedad que iba a encontrar por parte de Gaby.

—No lo haré.

La llamada finaliza y el rubio se aloja bien en la cama para poder descansar antes de enfrentarse a Sofi y sus secretos.

Años antes…

— ¿Esa era la chica que golpeaste con la pelota? —le preguntó Alex a su primo, en cuanto el chico llegó a ellos, luego de que Sofi lo dejara hablando solo.

—Así es; era ella.

—Y ¿cómo se llama? —quiso saber su amigo Erik.

—No lo sé —respondió bajando la mirada.

—Estuvieron un buen rato hablando y no sabes su nombre? —cuestionó Erik sin comprender el motivo por el cual su amigo no sabía cómo se llamaba la joven—. ¿No te quería decir su nombre?

—Quizás está enfada por el pelotazo —sugirió Alex, pensando que la pregunta de Erik era más acertada.

—Nada de eso —Al ver que lo miraban expectante se dignó a explicar—. Nunca le pregunté el nombre. Yo no sé el de ella y ella no sabe el mío —aclaró.

—¿En serio, Ian? —cuestionó Alex—. Así es como se empiezan las conversaciones: Hola, soy Ian y ¿tú cómo te llamas?

—No te burles, Alex.

Habían llegado al hotel donde se hospedaban e Ian seguía pensando en esa chica, se recriminaba mentalmente por no preguntarle el nombre y moría de curiosidad por conocerlo. Al día siguiente debían volver a Estados Unidos y esperaba verla, aunque sea un momento para poder calmar su intriga, ni siquiera sabía en qué hotel se hospedaba para perseguirla o espiarla si era necesario.

De igual manera, en cuanto el sol salió, se apresuró a ir a la playa para ver si la encontraba allí; se pasó horas sentado en el mismo lugar en que la había golpeado con la pelota, pero la joven jamás apareció. Derrotado comenzó su camino hacia el hotel, debía preparar sus cosas para volver a casa. De seguro se iba a tener que aguantar las burlas de su primo y amigo, pero que va, así se había dado la situación. Conforme pensaba cómo esquivar a su primo y amigo, escuchó una risa que llamó su atención. Allí estaba la joven, riendo del brazo de una mujer mientras miraban vidrieras. Sofi estaba con su madre, cómo iba a hacer para acercarse sin quedar como tonto, en ese momento, la suerte se puso de su lado, la madre de Sofi entró a la tienda, mientras la seguía observando la tienda; Ian tomó coraje y caminó hacia ella.

—Hola —Sofi lo miró sorprendida, pero le correspondió el saludo—. ¿Cómo terminas tu cumpleaños? —quiso sable.

—Bien —Sonrió ella—. Con mis padres fuimos a caminar y ahora estamos haciendo unas compras con mi mamá. ¿Tú que haces?

Ian agachó la mirada sospesando qué responder.

—Yo… Bueno, esta tarde volvemos a Estados Unidos.

-Oh…

—Sí, nos conocimos en mi último día aquí —Se produjo un silencio en donde se podía notar que ambos estaban tratando de descifrar como seguir.

—Bueno, quizás nos volvamos a encontrar en algún otro momento.

Ian le sonrió.

—Algún otro verano —soltó con esperanza—. Pero no sé cómo…

—¿Cariño? —interrumpió la madre.

-Mamá.

—Ya tengo el traje para tu padre, ¿vamos?

—Sí, por supuesto —se apresuró a decir. Le sonó a Ian y dejó suelto en el aire un “Nos vemos”, olvidándose por completo que no lo volvería a ver.

—Otra vez se fue y no le preguntó su nombre —gruñó dándose una palmada en la frente—. Estúpido.

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