Era un día importante para Alex, tenía una videoconferencia con los inversionistas de Alemania y debía dejar todo listo ya que faltaba poco para que viajara a Londres a presentar los nuevos jets y era imperativo que los planos estuviesen preparados y en condiciones.
—Buen día, señor —saludó su secretaria en cuanto lo vio llegar.
—Buen día —corresponde sin detener el paso, obligando a su secretaria a que le siga el paso—. ¿A qué hora es la videoconferencia?
—A las 9:15, señor —responde entrando en la oficina detrás de él—. ¿Le traigo un café y los planos que debe presentar en Londres?
—Por favor —La secretaria se gira para irse, pero la detiene—. Ah, que no me moleste a nadie. Para cualquiera estoy en una reunión.
—¿Ni siquiera para su mujer, señor? —indaga con diversión ya que conocía a Lina y sabía que ni siquiera una reunión detendría a la mujer si se disponía ver a su hombre.
—¡Estás loca! Para ella sí estoy. Si no es así me cambia la cerradura de la casa.
—De acuerdo, solo existe para su mujer —afirma riendo.
—Solo para ella.
En cuanto su secretaria le dejó su café y los planos, él comenzó a ponerse más cómodo; se quitó el saco, se aflojó la corbata y los gemelos para poder arremangar la camisa. Estaba estudiando los planos cuando unos golpecitos en la puerta lo volvieron al mundo real.
—¿Qué ocurre? —preguntó en cuanto la joven entró a su despacho.
—Yo sé que me dijo que no lo interrumpiera por nadie, pero…
—Habla.
—Afuera hay una mujer que quiere verlo. Me dijo que se llama Rachel Sason, que usted la conoce… Le dije que estaba en una reunión, pero insistió alegando que debía hablar urgente…
—Hazla pasar —le interrumpió—. No te preocupes.
La secretaria salió para hacer pasar a Rachel, mientras Alex se quedó sopesando en lo que quería esa mujer ahí, en su oficina y menos en Argentina; que él sepa no tiene ni siquiera amigos en este país.
—Hola, Alex —esbozó con voz seductora.
—¿A qué debe el honor de tu visita?
—Siempre tan directo.
—Tengo mucho trabajo, Rachel.
— ¿Es que una amiga no puede saludar a su amigo?
—No somos amigos —suelta olvidando sus modales—. Mira, Rachel, de verdad tengo mucho trabajo, podrías decirme de una vez lo que te trajo a mi oficina.
—Me enteré que te casas —entonó rodeando el escritorio.
—Así es —contestó dejando escapar un suspiro cuando la vio sentada en su escritorio cruzando las piernas levantando la falda más de lo debido—. ¿Qué haces aquí? —vuelve a preguntar sin dejar de mirarle los ojos.
—¿Tengo alguna posibilidad de cambiar de opinión? —curiosa con marcada seducción.
—Rachel, amo a mi mujer y no la dejaría por nada, ni por nadie, de todas maneras, creo que ya habían quedado las cosas claras entre nosotros: no nos queremos —enfatiza las últimas palabras.
—Yo sí lo hago —puntualiza haciendo morritos.
Alex se ve claramente sin poder creer lo de esa mujer y negocio con la cabeza.
—En pocos minutos —comenzó mirando su reloj—, tengo una reunión, así que será mejor que te vayas —dijo levantándose de la silla.
—Al menos podrías darme una última vez —sugiere con seducción conforme abre sus piernas dejándole ver a Alex que no llevaba ropa interior.
Él sólo la miró, sopesando cómo decirle que se vaya sin ser tan hostil. Rachel al ver que Alex no emitía sonido, tomó su silencio como una vacilación y apoyó un pie en su pecho, acariciándole con sugerencia, mientras lo iba bajando.
Alex al darse cuenta de su intención, le tomó el pie por el tobillo y la detuvo.
—No lo hagas —advirtió.
—Que no haga qué? —inquirió tomándolo de la camisa y llevándolo hacia sí, en donde sin previo aviso irrumpió en su boca.
Para su mala suerte la puerta de su oficina se abrió dejándole espacio a semejante escena desagradable a la vista Lina. El corazón se le subió a la garganta amenazando con vomitarlo, su respiración se volvió errática y sin advertencia alguna la rabia subió coloreando su rostro de un rojo carmesí.
Su vista le regalaba a una mujer sobre el escritorio de Alex con las piernas abiertas y con él, con su hombre, entre ella, mientras tenía su boca en la asquerosa boca de la mujer. Apretó los dientes y los puños, pero su cuerpo no la dejaba moverse del lugar, ni para romper toda la oficina ya sus residentes, ni siquiera para salir corriendo de ahí.
Alex se separó con brusquedad de Rachel y al ver a Lina parada en la puerta, teniendo una pelea interna de hacer algo, su alma cayó; sus hombros se bajaron y cerraron los ojos a la espera del huracán Lina que sabía no iba a tardar en llegar. Pero eso nunca pasó, se miróon a los ojos y pudo ver en los de ella un torbellino de emociones y más cuando se dio cuenta quien era la mujer que estaba con las piernas abiertas en su escritorio.
—Hola, Lina —se atrevió a canturrear con una sonrisa provocadora.
Ella solo la miró y al escucharla, su cuerpo reaccionó dejándola salir como alma que lleva al Diablo de ese infierno.
—¡¡Lina!! —gritó Alex al ver que desaparecer y cerrando la puerta con demasiada fuerza haciendo que las paredes tiemblen. Él miró a Rachel con odio—. Es mejor que te largues de aquí y no vuelvas a aparecer en mi vida —gruñó con dientes apretados.
—No es mi culpa que ella no confie en ti.
—Me vio besando a otra, o mejor dicho vio cómo otra me besaba —soltó enfadándose cada vez más.
—Ay, vamos; no confía en ti, sino, no se aparecería de la nada en tu oficina.
—Así somos nosotros; nos gusta sorprendernos, hacer cosas nuevas… M****a, no sé por qué pierdo el tiempo contigo —extendió el brazo hacia la puerta—. Sal ya de mi oficina y no vuelvas, ¿me has oído? Nunca más en tu puta vida vuelvas —elevó la voz, enfurecido al ver que ella solo sonreía.
Rachel se levantó del escritorio y se acomodó el vestido, comenzó a caminar moviendo las caderas y unos cuantos pasos antes de llegar a la puerta se detuvo.
—Si quieres yo puedo hablar con ella, digo, para que te perdone.
En dos zancadas estaba frente a ella tomándola con fuerza innecesaria del brazo y largando chispas por los ojos.
—Te acercas a ella y será lo último que harás en tu vida —amenazó zarandeándola del brazo—. ¿Entendiste?
—Entendí.
Le soltó el brazo con fuerza provocando que rebotara y salió de la oficina con Rachel a un paso tras él.
—Esta mujer tiene la entrada prohibida a este edificio. Avisa a seguridad y que la escolten fuera de aquí —le ordenó a su secretaría.
—Sí, señor —se apresuró a correspondiente su secretaría y rápidamente llamó a seguridad.