Capítulo 36

Sofi queda en un estado catatónico total, no puede hilar palabra alguna, ni mover sus pies, sus extremidades no hacían caso a las órdenes fundadas por su cerebro, solo podía mirar todo el cuarto sin siquiera respirar como era debido.

Todo el lugar estaba por completo cubierto por unas cortinas negras, cada pared vestía una y al mirar al techo, se da cuenta que también estaba cubierto por una cortina negra. En el lado derecho había cajoneras de roble, más al fondo una enorme cama redonda con dosel escarlata que caía hasta tocar el suelo. Del otro extremo había una mesa de metal con rejillas en cada punta; contra la pared, que se situaba frente a ella, había una gigantesca cruz de San Andrés. Pero lo que más llamó su atención, fue una sugerente jaula gigante dorada que colgaba del techo, suspendida en el aire apenas unos centímetros sobre el suelo, dentro se encontraba una pequeña hamaca con las cadenas doradas y el asiento de terciopelo escarlata.

—¿Te gusta? —quiere saber al verla más callada de lo normal.

—Ian, esto…

-No. No, Sofi —No la deja terminar, siendo consciente de a dónde iba con aquel balbuceo—. Esto lo hice para ti.

—¿Para mí?

-Si; lo hice antes que nosotros…bueno, ya sabes —Toma aire dos veces antes de seguir—. Lo que quiero decir es que, esta no es una habitación donde traigo a diferentes mujeres, de hecho, ninguna mujer viene a mi casa; jamás traje a alguna y así era también en Estados Unidos, tú eres la única que ha llegado hasta aquí. Esto lo preparé para ti cuando me contaste de tus fantasías. Debo confesar que he investigado un poquito… mucho para armar este cuarto más o menos acorde a tus libros. Las fustas son por si quieres, pero, para ser sincero, no creo que pudiera usarlas, no me sentiría cómodo haciéndolo y menos contigo…

-No; no quiero usarlas —se apresura a decir.

—Me alegra oírlo. Igual, si en algún momento quieres hacerlo, podemos probar, no prometo llevar a cabo, pero si intentarlo… Sofi, yo no soy el condenado Félix Meden, ni ese retrógrado de Dominic del libro ese que te encontré leyendo, pero algo sé —dice con arrogancia y egocentrismo mostrando su media sonrisa maliciosa, marca registrada de la familia Russel/Betanckurt, provocando que a Sofi se le erice la piel y sonría con timidez.

—¿Has estado leyendo esos libros?

—Solo las partes interesantes —contesta con una mirada pícara.

—Seguro —murmura Sofi dejando escapar una sonrisa.

—Esta es, en realidad, la única fantasía que te has a contarme —indica señalando la jaula—. Las demás, ya sabes, tuve ayuda literaria.

—Me encanta —esboza, caminando hacia la jaula.

—Y todavía no has visto lo mejor —Le sonríe y la toma de la mano—. Ven —La lleva con cuidado al interior de la jaula—. Siéntate —le pide, ella acata su pedido sin vacilar sentándose en la hamaca. Por extraño que sonara, se sintió muy tranquila y demasiado extasiada por la habitación que la envolvía. El rubio sale un instante de la jaula y busca algo dentro de unos de los cajones de roble, luego vuelve parándose frente a ella. Sofi pudo ver lo que Ian fue a buscar, se trataba de un pequeño control de mando. Él le toma una de sus manos—. ¿Lista? —quieres saber sin quitar sus ojos azules de los verdes de ella. Asiente en silencio.

Presiona un botón y la luz se hace más baja acentuándose media azulada, luego aprieta otro y los acordes de la canción clásica “Crazy” de Aerosmith, inundan la habitación al mismo tiempo que la jaula comienza a girar con lentitud y al compás de la música; las cortinas negras que tapaban las cuatro paredes y el techo comienzan a abrirse dando paso a… sus reflejos. Todas las paredes y techo incluido, son espejos, cuyos reflejos se hacen resplandecientes con una tonalidad azul por la mínima luz que hay y, doradas, por los barrotes de la jaula a medida que giran. Ella queda anonadada mirando a ambos en los espejos y los colores que se reflejan por el movimiento, con los ojos empañados de lágrimas se da cuenta que Ian construyó un pedacito de cielo en esa habitación y lo hizo para ella, como él remarcó varias veces en cuanto entraron allí. Su pedacito de cielo.

Ancló la vista en el hombre que tenía enfrente, que no dejaba de mirarla con el deseo marcado a fuego en sus ojos, y lo vio espectacularmente alumbrado con la luz azulada tiñendo su pelo dorado y vetando su rostro. Sus ojos azules más oscuros, brillantes y con virutas doradas por el destello de la jaula. Él sin duda es el hombre más perfecto y extraordinario que ella haya visto en su vida.

—No dices nada —Ian le acaricia la mejilla con suavidad esperando alguna respuesta.

—Me encanta —susurra ahogando un sollozo, sin embargo, no pudo evitar que una lágrima cayera.

—¿Por qué lloras?

—Es…es maravilloso —logra decir. El rubio se acerca más a ella y acuna su rostro con suavidad.

—Es para ti.

Sofi, sin poder aguantar más, irrumpe en su boca atrapando cualquier otra cosa que él quiera decir y encerrándolo en esa jaula junto a ellos; los destellos dorados y azules como si fueran efímeras estrellas fugases tratando de escapar. Ian mueve unas de sus manos a la nuca de la chica llevando su boca más a la él, haciendo más profundo el beso. Con su otra mano la toma de la espalda apretándola contra su cuerpo tratando de fundir sus cuerpos.

Llevada por la lujuria y pasión, le sube la camiseta sacándosela por la cabeza, aprovechando tanto ella como él ese nanosegundo para poder respirar y después volver a atacar una guerra infinita con sus bocas usando sus lenguas como si fueran guerreros de lucha libre, en donde ninguno se resigna a la sumisión.

—Espera —alcanza a decir Ian tratando de controlarse y controlar su cuerpo, sin embargo, le es imposible y la vuelve a besar mordiéndole el labio a punto de hacerlo sangrar—. Por favor, espera —dice con la respiración entrecortada, apoyando su frente en la de ella y cerrando los ojos para poder encontrar el equilibrio.

— ¿Hice algo mal? —pregunta ella, mientras trata de regular la respiración.

—No —niega y le da un tierno beso llevando su labio inferior con él—. Y ese es el maldito problema —murmura contra su boca.

—No entiendo.

—Quiero hacerlo bien, quiero hacerlo tal cual pueda llegar a ser tu fantasía y si sigues besándome así —Se aleja un poco y la mira, divertido—, porque está más que claro que eres tú la que me besa —Amplía su sonrisa cuando la ve arrugar la frente—… Me encanta, pero si sigues así, no voy a poder aguantarme y quiero que esta vez hagamos como Dios manda tu bendita fantasía —Le besa la frente y la mira de nuevo a los ojos—. Además, es mi forma de redimir mi error.

Ella abre la boca para decirle que lo que pasó entre ellos ya no importaba, pero él aprovecha lo expuesto que queda y la atraca sin permiso, recorriendo cada recoveco y reconociendo cada rincón de la caliente y húmeda cueva con su lengua. Cuando volvió a recuperar la cordura se separa y le sonríe regando pequeños besos húmedos en sus labios.

—Ven —Tomándola de la mano, la i***a a bajar de la hamaca ya salir de la jaula.

—¿A dónde vamos?

—Tú —habla señalándola—, a ningún lado —Sin decir más nada, le suelta la mano dejándola frente a la enorme cama redonda y se acerca a unos de los cajones en donde saca un par de prendas y se la extiende.

—¿Qué es eso?

—Mmm… Es mejor que lo abras, estíralo en la cama y míralo por ti misma —le comunica un poco nervioso, pero da gracias en silencio que su voz se escucha estable y tranquila.

Sofi hace lo que le pide y se encuentra con un pantalón de cuero azul con tiras en los costados en donde ella deduce que se abre y cierra por esos cordones y un top también de cuero y del mismo color. Sin saber bien qué decir, porque no está seguro de animarse a ponerse ese traje, se gira y lo mira de manera interrogativa.

—No me mires así, nada de vergüenza. Vas a ponértelo ya esperarme dentro de esa condenada jaula, sentadita y quietecita.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP