Capítulo 37

Su voz no era elevada, pero tampoco permitía una réplica de su parte. Ian sabía bien que no tenía que darle lugar a que ella piense mucho, ya que la vergüenza la iba a volver a inhibir y no es lo que quiere en ese momento, además, no soporta su dura y dolorosa erección y las ganas que tiene de estar dentro de ella. Le da una mirada significativa y se gira sobre sus talones para salir de la habitación.

—¿A dónde vas?

—Ahora vuelvo. Cámbiate —le ordena, señalando la prenda sobre la cama.

Ella suspira varias veces antes de girarse hacia donde se situaba la dichaa prenda sobre la sugerente cama. Con duda y vacilación comienza a desvestirse, sintiendo que su rostro se va a prender fuego de la vergüenza a medida que va sacándose la ropa e imagina como le quedará ese singular traje. Una vez desvestida, decide sacar todas sus dudas y toma el pantalón para ponérselo con cuidado. Cuando el cuero frío tocó su piel desnuda, más precisamente su sexo, toda su piel se erizó siendo consciente de lo que eso significaba; a pesar de su vergüenza, su excitación estaba subiendo. Sacude la cabeza, toma el top y como sus pechos no podían ser menos, al sentir el cuero, reaccionaron poniéndoseles sus pezones duros. Sin querer, su mirada capta sus ojos a través de los espejos y luego ve su cuerpo enfundado en ese diminuto cuero azul. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios al verso, definitivamente no estaba tan mal y no parecía una puta vulgar, si no que extrañamente se veía sexy y sofisticada.

El joven, al volver a la habitación, se encontró con que Sofi no estaba sentada en la hamaca como le había dicho, si no que estaba parada en medio de la jaula con sus manos agarrando los barrotes. Al ver semejante espectáculo, tuvo que tragar en seco e inconscientemente se acomodó su erección, la cual palpitó más fuerte como señal de protesta al ver a la chica expuesta de esa manera, era la imagen más erótica que había visto en su vida. Sus cabellos castaños caían sobre sus hombros en cascada, su rostro brillaba por el resplandor de las luces azules y su cuerpo se acoplaba a los reflejos azulados y dorados haciéndola parecer una hermosa luz resplandeciente sobrenatural.

Sofi se quedó casi inmóvil cuando lo vio entrar vestido solo con unos pantalones azules de cuero. Alumbrado con las luces azules y los reflejos emitidos por la jaula, le daba un aspecto de un Dios poderoso, intimidante y sumamente sensual. Sus miradas se encontraron y él, sin siquiera planearlo, se vio caminando hacia ella sin dejar de mirarla. Entra en la jaula bajo la atenta mirada femenina. Se acerca a ella, la toma de la cintura y la alza hasta llevarla a la hamaca.

—Aquí tenías que esperarme —entona con voz ronca. Aprieta el botón del control a distancia y vuelve a sonar la música de Aerosmith con su canción “Crazy” , luego mira una vez más su cuerpo—. Estás hermosa —Sin más preámbulos, aborda su boca. Ian ya no soportaba más el no tocarla, hizo y deshizo a su manera ese beso y sus manos inquietas lo secundaron.

Con sumo cuidado, tira de los cordones del pantalón, para luego dejarlo caer al suelo. Se arrodilla ante ella y regalándole suaves besos desde los tobillos pasando por cada parte de su pierna, llega a su femineidad y con una sonrisa lobuna mezclada con satisfacción pasa su lengua con lentitud.

Sofi suelta un gemido y él vuelve a repetir la acción, dos veces más, antes de tomar su botón sensible e hinchando con sus dientes, para después mimarlo con sus labios. Besó, succionó y lamió su sexo hasta que la hizo explotar en un maravilloso orgasmo. Ella temblaba por el orgasmo agarrada de las cuerdas de la hamaca conforme tiraba de ellas para poder sostenerse.

Con lentitud, el rubio sube por el cuerpo femenino dejando besos hasta llegar a su boca. Sofi bebió de él su propio orgasmo y él tragó los gemidos de la joven.

Ian deja libre su erección y con parsimonia entra ella, mientras la besa. Con un suave gruñido muerde su labio cuando llega al final con su erección. Sofi tira su cuerpo hacia atrás, agarrada con las manos de las cadenas y con sus piernas la cintura de él, cerrando los ojos, mordiéndose el labio y disfrutando cada embestida de su hombre poderoso.

—Abre los ojos —le pide acercándose a su boca. Ella lo hace y mira los ojos azules que la estaban observando—. Ahora mira arriba —Sofi acata la orden y ve a través del espejo que había en el techo, la imagen de ellos dos haciendo el amor en medio de varios colores y reflejos extraños. Esa imagen hizo que se mojara más aún e Ian como era de esperar se dio cuenta—. Es la segunda imagen más hermosa y erótica que he visto en mi vida —suelta reteniendo la respiración—. La primera, fue cuando entré y te vi parada, agarrada de los barrotes.

Luego la besa queriendo beber todo de ella. Esa vez y por primera vez, llegaron al orgasmo juntos, sus cuerpos temblaron al unísono, mientras Ian la tenía en sus brazos acunando todo su cuerpo con el suyo.

Eran un alma sola, dividida en dos.

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