Capítulo 33

—Fer, podríamos ir a otro lugar con más clase —dice escrutando el lugar. Sin duda a Lina le empezó a hervir la sangre, pero se mantuvo con calma.

—Faltaba la rubia plástica para gritar “bingo” —murmura Tony por lo bajo para que solo escuchen ellas tres y no la pareja de Cosmopolitan que se posaba frente a ellos.

—Me gusta aquí —responde el hombre sin quitarse los ojos de Lina.

—Atiéndanlos. Voy a dejar la cartera —indica Lina sin dedicarle ninguna mirada más a la parejita de ficción.

—¿Qué les sirvo? —habla Sofi, dedicándole una sonrisa amistosa, la sonrisa típica de dependiente a cliente.

—Un café negro y otro con crema, por favor.

—¿Algo más?

—Sí, mmm... Una magdalena, claro está que es para mí, ya que ella —dice señalando con el pulgar por encima de su hombro a la mujer que ya había tomado asiento en una de las mesas—… no creo que quiera ingerir azúcar —comenta divertido.

—Seguro. Puede sentarse, seguido le llevo el pedido.

—Gracias —asiente y se dirige con andar seguro hacia su mesa.

—Me gustaba cuando entraba solo; la cagó cuando entró la Barbie después del virus T —comenta Tony haciendo reír a Sofi, que apura el paso para llevarles los cafés y la magdalena antes que la rubia haga algún rollo.

A los cinco minutos que le dejara su pedido, se escucha la voz chillona de la rubia.

—Disculpa, querida, pero este café tiene mucha crema y de seguro está hecho con azúcar y no con edulcorante —suelta de malos modos.

Tony le echa una mirada y luego suspira para no dejarse llevar por la indulgencia de la mujer mal educada.

Sofi se acerca a su mesa para atenderla como es debido.

—Señorita, la crema que hacemos aquí, la hacemos con azúcar, no con edulcorante —le hace saber con amabilidad.

— Deberían aclarar eso antes… —La crítica de la mujer es interrumpida abruptamente y todos se giran hacia la voz femenina.

—En realidad, el cliente debería aclarar si lo quiere con azúcar o edulcorante; la chica no tiene la culpa que usted no se sepa expresar o mande a otra persona a pedir por usted —suelta Lina, finciendo una amabilidad que no posee para gente desagradable.

—Usted no debería hablarme de ese modo —refuta la rubia.

—Jesica —advierte el hombre, pero es ignorado con descaro.

—Es una falta de respeto que nos atiendan así. Exijo hablar con el dueño —ordena tirando su melena con arrogancia hacia atrás.

—Dueña, femenina —indica Sofi.

—Bien, entonces exijo hablar con la dueña de este primitivo lugar.

—Está hablando con ella, señora —exclama Lina enfatizando la palabra “señora”.

La cara de la rubia se empalidece y el hombre tose para fingir la risa que se escapaba.

—Señorita, soy señorita, no señora y ya que es la dueña de este lugar podría enseñarles a sus empleados como preparar un condenado café —escupe.

—“Señorita”, mis empleados, como usted dice, hacen el mejor café con crema de toda la zona y el azúcar aquí es nuestro elemento principal, si quiere edulcorante debería comenzar a tomar café en una dietética.

—Esto es un insulto, no entiendo como mantener un lugar en donde ni siquiera saben preparar un café —esboza la mujer arrugando la nariz.

—A mí me gusta —entona el hombre sonriendo, mientras le da un trago a su café.

—Si piensa que usted puede preparar un mejor café, la invitación a que nos enseñe cómo hacerlo.

—Es el deber de ustedes atendernos y prepararnos el café —dice con disgusto.

—Yo quiero probar —se deja escuchar al hombre—. Claro, si tú lo haces antes para mostrarme cómo hacerlo —enuncia observando a Lina con una media sonrisa.

—Con gusto.

Tony no sale de su asombro, observa toda la escena con la boca abierta, sin dar crédito a lo que estaba ocurriendo.

—Esto es inaudito —suelta la mujer mirando al hombre levantarse.

—¿Por qué? Hay lugares como en Turquía y Medio Oriente en donde los mismos clientes se preparan el café y tú lo sabes —Con esa aclaración, se acerca a Lina—. ¿Me enseñas cómo? —Lina asiente y hace que lo siga.

Una vez allí divisa a Tony, que se contenía para no carcajearse delante de los comensales y hacer una demostración literal de una poderosa falta de respeto. Ni siquiera Sofi estaba creyendo lo que ocurría.

Bajo la atenta mirada del hombre, Lina llega a la cafetera, le muestra cómo sacar el café usado del filtro, colocar uno nuevo y la cantidad de café que hay que poner para una taza. Luego se dirige donde se encuentran las tazas, toma una y vuelve a la cafetera, donde aprieta un botón y el líquido oscuro empieza a caer dentro del recipiente, después se acerca a la canilla de vapor y le muestra como hace que el café contiene una espuma más abundante de la que ya contiene.

—Pruébelo —le pide tendiéndole la taza. El hombre lo prueba y deja escapar un gemido gustoso—. Ahora es tu turno.

Él asiente y hace memoria de todo lo que Lina había hecho con anterioridad. Como era de esperar, su taza terminó sucia por fuera de café y no contenía nada de espuma, pero, de todas formas, se acercó a la canilla de vapor para tratar de hacerle aparecer, aunque sea un poco. Al hacerlo metió muy adentro de la taza la canilla provocando con esto que el líquido saltara por todas partes ensuciándolo a él ya la rubia que estaba a unos pasos por detrás. El hombre comenzó a reír divertido, negando con la cabeza por su mal desempeño, mientras la mujer gritaba indignada por ensuciar su extravagante vestido.

—Creo que no están fáciles como parece —entona riendo.

—Y eso que todavía no lo probó —suelta Tony.

—Es verdad —dice llevando una taza a la boca, pero en un movimiento rápido, Lina se la quita.

—No haga eso, me rehúso a ser la causante de una indigestión —asevera echando la taza a la bacha.

—Creo que su teoría ha sido demostrada y refutada, señorita… —dice el hombre extendiendo su mano para entruchársela.

—… Lina —Acepta su mano—. Siempre es un placer servir a los comensales —esboza con socarronería dedicándole una rápida mirada a la mujer que estaba completamente furiosa por la situación y por su precioso vestido arruinado.

—Nos tenemos que ir. Tengo que cambiar mi vestido de Dolce & Gabbana —habla la mujer con fastidio, tirando del brazo del hombre donde todavía tenía agarrada de la mano con Lina.

—Un placer —Se gira, asiente hacia los demás presentes y sale del resto junto a la mujer.

—Eso ha sido sublime —enfatiza Tony.

—Ya lo creo —Los tres se miran y se carcajean por la rara situación que han pasado.

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