Capítulo 162

La espera se hizo eterna, per al fin sus padres habían llegado, Sofi había ido por unas horas al descanso, ya que se estaba volviendo loca dentro de la casa sin hacer y, como Ian no quería que anduviera sola, la joven tuvo que esperarlo para que la fuera a buscar y la llevara a casa.

—¡Hola! —grita Sofi esperando la contestación de su hijo.

—Hola, mamá —se apresura el niño hacia ellos.

— ¿Cómo te fue en la escuela?

—Bien, como siempre —contesta con una elevación de hombros.

—Y con la salida con Gaby?

—Bien también —responde con una media sonrisa.

—Me alegra —Sofi posa los ojos en su abuela—. ¿Cómo estás, Nonna?

—Muy bien, Sofi, ¿y tú? ¿Te sientes bien?

—Muy bien.

—Yo también estoy perfecto —bromea Ian interviniendo en la conversación.

—Voy a preparar la comida —entona Sofi dejándole un beso en la mejilla a su marido antes de encarar hacia la cocina.

Ian observa a Mateo, el niño estaba inquieto y ansioso, lleva la mirada hacia Regina preguntándole con los ojos y esta se eleva de hombros como respuesta.

—Mateo, ¿va todo bien? —quiere saber.

—Sí —responde el niño.

—¿Seguro?

—Sí, ¿por qué?

—Te noto nervioso.

—Bueno, ya que lo preguntas, después de cenar me gustaría hablar con ustedes.

— ¿Es algo grave? —indaga el rubio.

—No, creo que no.

El rubio eleva una ceja interrogativa al escuchar la palabra “creo”.

-De acuerdo; Después de comer hablaremos.

El rubio se dirige a la cocina y pone al corriente de la situación a Sofi.

—¿Crees que sea algo por la escuela? —sugiere la castaña—. ¿Alguna mala nota?

—No creo, ¿será por alguna noviecita? —sospesa el rubio.

—No creo que estuviese tan nervioso.

—¿Por qué no dejan de especular y le preguntan luego de la cena? —suelta la abuela entrando en la cocina y haciendo que ambos saltasen en el lugar—. Parecen son viejas cotilleando.

La pareja comienza a ir, era verdad lo que decía la abuela, ellos estaban tirando ideas al aire y de seguro no le habían atinado con ninguna.

En cuanto terminó la cena, Sofi golpea por debajo de la mesa a Ian para que comience la conversación, sin embargo, Ian niega con la cabeza y la manda a ella a preguntar. Regina los observaba desde el otro lado de la mesa y pone sus ojos en blanco, no puede creer que dos adultos se comporten como niños.

—Ay, ya, por favor —explota la abuela—. Mateo, por que no nos dice cual es el tema que querías hablar después de comer —La abuela lo mira con ternura—. Claro, si yo puedo saber.

 —Sí, abuela, no me molestes que estés aquí.

—Entonces, Mateo, de qué se trata —se interesa Sofi—. ¿Puedes decirnos?

—Es sobre mi padre —murmura con un poco de temor, como si el decir “padre”, fuera Voldemort.

— ¿Qué pasa con él? —indaga el rubio.

—Él fue quien —mir a su madre—… te golpeó, ¿verdad?

La respiración se le atora en la garganta a la joven, ya había llegado esa conversación, no podía seguir escapando.

Ian toma de la mano a Sofi y la i***a a hablar.

—Sí, fue él —Sofi clava sus ojos verdes en los del niño—. Lo viste en el hospital, ¿verdad?

—Sí, pero no lo sé por eso…

—Entonces, ¿cómo lo sabes? —pregunta el rubio.

El niño agacha la mirada por vergüenza, no estaba bien como se había enterado o, mejor dicho, sacado sus dudas, pero debía ser sincero.

—Los escuché hablando cuando llegaron del hospital —confiesa el niño.

—Entonces lo sabes todo. ¿Cómo te sientes respecto a esto? —dice Sofi.

—Un poco culpable —revela Mateo.

—Pero no es tu culpa, Mateo, lo sabes, ¿verdad? —Sofi estira su mano por sobre la mesa hasta llegar a la manito del niño.

—Lo sé, pero es así como me siento, después de todo, es mi padre.

—Mateo, no es tu culpa y sí, es tu padre, pero él no te crio, no te educó, no supo hacerlo, así que no debes sentirte mal por eso —Sofi acaricia su mano—. ¿De qué otra forma te sientes?

—No lo sé, mal por ti, me duele verte lastimada o triste, no quiero verte así.

—No te preocupes, triste no estoy, no tengo motivos para estarlo.

—Quiero pedirles algo —suelta el niño dejando a todos a la expectativa.

-Diez centavos.

—Quiero ir a verlo.

Los grandes se quedaron unos segundos procesando lo que habían escuchado. ¿En serio, Mateo quería ir a ver a la persona que les había hecho daño a todos ellos?

—¿Por qué quieres verlo? —quiere saber el rubio.

—Quiero que me diga por qué lastimó a mamá —le responde—. Quiero que me diga por qué me abandonó y… y si alguna vez le importé.

Sin poder evitarlo, Sofi comienza a llorar, deja salir aquellas lágrimas que quemaba su interior, su hijo era todo un hombre que buscaba respuestas y ella teme lo que vaya a encontrar.

Sofi e Ian intercambian miradas, luego buscan a la abuela a ver si les podía dar una mano, pero ella está igual de perdida que ellos, jamás tuvo que pasar por una situación así y es difícil cuando se trata de un “casi” adolescente.

—Mati…

—Ma —interviene el niño con aquella negativa que está segura que su madre le estaba por decir—, Gaby puede llevarme, él estará conmigo en todo momento. Me dijo que, si ustedes me daban el ok, él sería mi escolta.

—Gaby sabe de todo esto? —pregunta Ian.

—Sí, pero no te enfades con él, fui yo quien le habló sobre mi padre y sobre la conversación que había escuchado de ustedes.

—No me enfado con él por ese motivo, me enfado con él porque debería haberme dicho que tú sabías más de lo que nosotros podemos manejar —explica el rubio.

—Le hice prometer que no dijera nada hasta que yo hablara con ustedes —El dejar niño escapar un suspiro—, yo lo metí en esa situación.

—Está bien, Mati, no te preocupes —tranquiliza Sofi.

—Mateo, si quieres ir a ver a tu padre, te llevaré, no podemos negarte eso por más que él no sea un ejemplo de persona —le hace saber Ian.

—No me gusta, no quiero —dice Sofi—, pero Ian tiene razón, tienes derecho, y ya eres todo un hombre que va a poder manejar una situación como esa.

—Gracias —Mateo clava sus ojos en Ian—. Gaby también debe venir, le prometí que lo mantendría al tanto y él me prometió que me cuidaría.

—Él estará allí —sentencia el rubio.

Al día siguiente, Mateo falta a la escuela para ir a ver a su padre biológico, tenía que aprovechar que, tanto Ian como Gaby estarían allí para cubrirle la espalda. ¿Tenías miedo? Sí, estaba aterrado, pero debía enfrentar sus miedos, convertirse en hombre y hacerle saber a aquel hombre que nadie se metía con su madre, ni con su familia, sin importar qué.

— ¿Estás listo? —quiere saber Ian conforme le coloca una mano en el hombre.

Habían llegado a la prisión en donde estaba el tipo, todavía seguía en el hospital del lugar, pero lo habían trasladado a la sala de visitas para que pudiera enfrentar a su hijo, aunque él no sabía por qué estaría allí.

—Lo estoy —responde el niño con convección tomando una profunda bocanada de aire.

 

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