Gaby no cree en el amor, no cree que haya una indicada, no cree que alguien pueda estar algún día esperando porque él regresa a su casa después del trabajo, sabe que no hay mujer que soporte su profesión y para él funciona mejor tener mujeres bonitas y fáciles en una cama de hotel, que luchar por alguien que puede dejarlo simplemente porque no pueda sostener la promesa de llegar sano y salvo a su casa. Una promesa que era consciente de que iba a querer cumplir por aquella persona, le pasa con sus amigas, Lina y Sole, él debe volver por ellas, porque sabe que, si no vuelve entero o, la castaña o la pelirroja, quizás ambas, lo descuarticen. Su prioridad es estar bien para que sus hermanas de corazón estén bien, entonces, ¿cómo hacía con otra mujer en su vida que controlara su bienestar? ¿Cómo hacía él para controlar el bienestar de aquella mujer? No sería posible, al menos no para él, sería una locura en su cabeza tener un sentimiento lo suficientemente grande como para estar preocupado por aquella persona como lo hace con su familia. Con toda una maraña de pensamientos inútiles en su cabeza, decide no ir a casa, estaba consciente de que si iba su cabeza no iba a dejar darle vueltas a toda la situación que había abordado con Ian. El morocho no cree en el amor, porque no cree que alguien pueda permitirse velar por él cuando esté en el trabajo. Gaby no es banquero, ni empresario, el morocho no está detrás de una computadora, sentado en un escritorio todo el jodido día; él es policía, el morocho se la pasa en la calle buscando y lidia con gente de m****a, corriendo el riesgo de que atenten con su vida en un abrir y cerrar de ojos, así como había pasado con su hermano de corazón Lucas. No había persona en el mundo que aceptara lo que él era, por eso su rechazo y su incredibilidad con respecto al amor.
Mientras iba en viaje a aquel lugar que usaba como distracción y, también como de escape de su maldita realidad, el morocho seguía pensando en aquel que sus hermanas de corazón habían encontrado y que él no lo iba a encontrar jamás.
Al entrar al antro, mira a su alrededor, buscando quién sería su escape en esa noche, no andaba con muchas cuando llegaba a ese lugar, no había tantas a las que se llevaba a la cama, ya que no todas estaban dispuestas a sus juegos. A lo lejos observa a una rubia que estaba en la barra con otra chica de pelo castaño, el morocho camina directo a ellas y se posiciona a un lado de la rubia.
—Una cerveza, por favor —le pide al cantinero.
—Hola, Gaby —esboza la rubia con voz melosa.
—Rubia —saluda él.
—¿Solo vienes a beber algo o en busca de algo de más? —curiosa la joven de manera provocativa.
—Por ahora a beber —responde el morocho en cuanto el cantinero le dejó su cerveza frente a él.
—Si después quieres o me necesitas para… —comienza la joven a decirle, pero Gaby le interrumpe dejando una llave en la barra frente a ella, la llave que los llevaba al cuarto de hotel.
—Vaya —le ordena—. En media hora estoy ahí.
La chica toma la llave, le hace señas a su amiga y ambas salen del antro para ir al hotel. El morocho se termina su cerveza y, luego de dejar un largo suspiro en la barra, se levanta y sale de allí. Se dirige al cuarto de hotel y, al abrir la puerta encuentra a las dos chicas desnudas, esperando sobre la cama.
El morocho, con paso lento, se dirige a una cómoda, deja sus pertenencias allí y luego se acerca a un costado de la cama de donde estaba recostada la rubia. Gaby ladea la cabeza hacia un lado y luego al otro cambiando su vista hacia la otra chica.
—Baja —le ordena a la rubia.
La chica hace lo que le ordenaron si dudarlo un segundo; se baja de la cama y se coloca frente al morocho. Gaby se baja la cremallera para luego bajarse los pantalones y quitárselos.
No tuvo necesidad de decirle la nada a la joven, ella, en cuanto el morocho quedó desnudo de la cintura para abajo, la chica se arrodilló ante él y sin ponerle una mano encima, pasó su lengua por el glande. El morocho cerró los ojos tirando la cabeza hacia arriba, la chica lo tomó con una mano y se lo llevó a la boca, pasando primero su lengua para luego meterlo en su boca hasta que la punta tocó su garganta. La chica comenzó a succionar, sabiendo bien como hacerlo para darle placer al morocho. En un momento, la imagen de Noe se instala en la mente de Gaby, él abre los ojos, enfadado con si mismo y mira a la otra chica que todavía estaba en la cama, pero ella solo estaba mirando, sino que también se tocaba conforme veía como el morocho obtenía su placer.
Gaby toma del pelo a la chica que estaba arrodillada ante él y la obliga a levantarse para llevarla a la cama junto a la otra chica. El morocho se saca la camisa quedando por completo desnudo y se coloca en la cama en medio de ambas. Lleva a la rubia a que siga lo que había comenzado y pone a la otra chica con las piernas abiertas encima de su rostro conforme la rubia le daba placer a él, Gaby trabajaba en la intimidad joven de la otra, juega con su lengua en ese botón excitado, succiona cada parte íntima de la joven conforme sus manos viajan a los senos, apretando con el punto justo de placer-dolor el pezón. La chica gime y coloca sus manos contra la pared tratando de sostenerse de algo.
—Móntame —le ordena el morocho a la rubia.
La chica deja su virilidad, se coloca detrás de la otra joven y se sienta arriba del morocho conforme mete su pene dentro.
Gaby sigue dándole placer con su boca a la chica que tiene sentada sobre su rostro, mientras que la otra joven lo monta y posiciona sus manos en los pechos de la otra chica presionando a su criterio.
El morocho se cansa de esa posición por lo que pone a la joven que tenía sentada en su rostro, en cuatro patas delante de él y ala otra chica la tiende sobre la cama.
—Dale su orgasmo —le exige a la joven.
Mientras la chica se ocupa de darle placer a la rubia, Gaby la penetra por atrás tomando con fuerzas sus caderas.
En aquella habitación, se podía escuchar los gemidos, los jadeos y la excitación rezumbar por las paredes, a él no le importaba cómo se llamaban, de hecho, a pesar de haber estado varias veces con la rubia, él la llamada de esa forma porque no podía recordar su nombre, sabía que la joven en algún momento se lo había dicho, pero él no retuvo esa información. Gaby solo buscaba placer, algo que le quitara el mal trago del día, nada más. No buscaba una relación, ni fraternizar con ninguna de ellas, solo era sexo, solo era placer y, eso era justo lo que estaba pasando dentro de ese cuarto de hotel.