Violet suspiró algo irritada, entró y cerró lentamente, para después dejar caer su cabeza sobre la puerta.
Sonrió cuando la jefecita se acercó y abrazó sus piernas, volviendo a recuperar la calma, la levantó y regresó a terminar lo que seguía haciendo.
Molesta, al no obtener la satisfacción que había esperado, Fermina salió del lugar.
La mujer temía a la reacción de Ignacio, pero presentía que Violet no le diría nada.
Al ver los avances en sus tatuajes, Ignacio sonrió satisfecho.
—¿Terminamos la sesión o la dejamos en dos? —inquirió el tatuador al ver lo rojo e hinchado que tenía el pecho.
—Descuida, una sesión es suficiente —respondió al recordar la recomendación de nada de sexo y sabiendo que no se resistiría a ella para esperar, insistió.
Había realizado algunas llamadas al trabajo y sabía cómo marchaba todo con su padre.
Minutos después, se dispuso a tolerar el dolor que, sabía, le dejaría una gran felicidad.
—Todo está listo para su cumpleaños —dijo Lana mirando a Salomé dormida