—¿Estás bien? —preguntó Lana, notando la expresión en su rostro.
—Sí… creo que sí. Solo necesito tiempo para asimilar todo lo que está pasando. Supongo que es escuchar todo eso y las hormonas.
Lana no insistió. La conocía y sabía que necesitaba tiempo para procesar lo que había escuchado. Había tenido la muerte en sus narices en forma de amiga.
Ignacio recibió la confirmación y condujo hasta el hospital. Se quedó en el auto, agradeciendo que no había prensa, se liberó de toda su mala energía y entró sin apuro, pero con la seguridad de siempre. Caminó directo hacia Violet, a quien vio ya más tranquila jugando con Salomé. Se acercó y le dio un beso en los labios, acarició la mejilla de Salomé con ternura.
—Todo está bajo control —le susurró, con esa tranquilidad que sabía ella necesitaba.
Violet lo miró y sonrió.
—Gracias por lograrlo. Me siento tranquila, sin embargo… se me antoja comer chuletas de pollo con pepinillos y mermelada casera.
—¿Bromeas, verdad, hermosa?
Vio