CAPITULO 42

LETICIA

Atenas, Grecia…

Días después…

Se me estremeció el cuerpo a pesar del calor. El entierro de Kostas se acababa de llevar a cabo, en el mismo sitio donde descansaban los restos de sus padres. El funeral fue exclusivamente familiar, pero la prensa se hallaba justo a la salida del cementerio, como una manada de lobos hambrientos contenidos tan sólo por la fuerte presencia de escoltas y seguridad local.

—Es hora de irnos… —me susurró Adara, quien se apoyó en mí para levantarse—. No sabía que lo echaría tanto de menos… —susurró, moviendo la cabeza—. Pero lo cierto es que me he pasado la vida con él, oyéndole decirme constantemente lo que debía hacer y ahora me siento perdida.

Adara no era la única que se sentía perdida; yo, además de sentirme perdida, me sentía completamente abandonada por Alessandro. Durante días me había repetido que no debía ser infantil y egoísta, que no debía esperar que Alessandro tuviera tiempo para mí cuando su presencia y atención eran constantemente requeri
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