CAPITULO 41

ALESSANDRO

Enterarme que Leticia no tuvo la intención de casarse por todo lo que ocurrió entre nosotros, me había llenado de cierta paz y calmado toda la rabia que guardé hacia ella en los últimos años. Por lo que decía, vivió una vida miserable, bajo aquel vil chantaje al que la sometió Luis, porque, aunque estuviera enfermo, era un acto egoísta lo que había hecho.

—Soy tan tonta… —se reprendió Leticia a sí misma—. No quise aceptar todo lo que sentía por ti…

—No es tu culpa; eras muy joven y yo muy arrogante —asumí—. No supe darme cuenta de cómo debiste sentirte aquel día. No podía creer que aún quisieras casarte con él. Dijiste que nunca pensé en el daño que estaba causando y tenías razón. Sólo me preocupaba salirme con la mía —expliqué.

—¿Por qué estás siendo tan comprensivo? —inquirió, desconcertada.

La obligué a sentarse frente a mí, para que pudiera verla a los ojos.

—¿Por qué me mentiste, después de hacer el amor por primera vez? ¿Por qué lo hiciste, Leticia?

Ella se ruborizó i
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