LETICIA
—¿Adónde vas Leticia? —me increpó cuando ya me perdía por el pasillo.
—¡La próxima vez que quieras verme, pide una cita! —espeté sin voltear a verlo.
—Prometo que te veré esta noche… —prometió Alessandro en tono suavemente divertido.
—¿Siempre va a ser así? —pregunté con repentina desesperación.
—No, pero llevará tiempo restaurar la calma. Mi padre mantenía un estricto control sobre sus negocios. Hasta el final trabajó incansablemente y la verdad, preciosa, es que no esperé que esta transición fuera tan pesada.
Alessandro se veía agotado y me di cuenta de que el hombre que conocí y con quien me había casado, ya no era dueño de sí mismo. Mi pequeña felicidad, se había esfumado tal y como había llegado y estaba segura que no había un lugar para mí en su nueva vida.
En aquellos momentos, sentía que mi posición era muy precaria, y eso hería mi orgullo. No me agradaba la idea de estar constantemente pendiente de que Alessandro me asegurara que quería que me quedara. Además, si resul