ALESSANDRO
—Te he extrañado estos días… —musité, con la intención de sonsacarle la verdad sobre su matrimonio y que asumiera que era virgen—. Lo sabías y no te acercaste… —añadí y ella suspiró.
—Estabas de tan mal humor que temí acabar con la poca paciencia que a ambos nos queda. La situación de tu familia tampoco ayuda, Alessandro. No quería remover cosas que crearan conflictos entre nosotros por tu padre; no quiero que se disguste por nuestra causa y empeore… —contestó, conmoviéndome hasta los huesos. Sin embargo, necesitaba que me dijera la verdad.
—¿Por qué, Leticia? —le pregunté y ella frunció sus bellos ojos—. ¿Por qué lo elegiste a él en lugar de a mí? —insistí—. Pensar en ello, me pone loco y celoso.
—Luis ya está muerto… —musitó como queriendo consolarme y reí negué.
—Eso no cambia que lo hayas escogido; si te hubiera conocido después de casarte, sería distinto: él sería un mero recuerdo, un pasado sin importancia para mí, pero no fue así.
—Yo no lo escogí, Alessandro...
—Sí