Capítulo 38. La balanza de la justicia
Al final de la tarde, Santiago regresó a su puesto de trabajo con una enorme sonrisa.
Su compañera lo ignoró muy concentrada en su computador.
Santiago se sentó mirando a su escritorio.
—Debes estar furiosa.
Su compañera alzó las cejas y lo miró de reojo.
—Es casi hora de irme y tengo el papeleo al día, no tengo razones para estar furiosa.
Santiago se levantó y caminó hacia el escritorio de su compañera.
—Me gusta tu actitud, continua así y te mantendré en mi unidad cuando obtenga mi promoción de sargento. ¿Te gustaría?
La detective dejó de teclear y lo observó negando con la cabeza.
—Todo sea por ganar, ¿verdad Santiago?
—Hannah, has sido tú quien comenzó esta rivalidad.
—No es así como lo recuerdo.
Hannah se levantó y quiso pasar y Santiago se atravesó en su camino.
—No me has dicho si querrás pertenecer a mi equipo.
Hannah tomó aire y se disponía a insultarlo, pero en ese momento sonó el teléfono de Santiago, él miró en la pantalla que er