Los atacantes llegaron sin la violencia desenfrenada que esperaban. No dispararon con frenesí, sino que se deslizaron por el pasillo, como si su propósito fuera más el reconocimiento que la aniquilación.

Eran tantos que aunque Olga y Richard pudieron darle a unos pocos en su línea de tiro, de inmediato estaban sometidos.

Olga y Richard se miraron sabiendo que sería la última vez.

Fue entonces cuando surgió, en medio del caos, la fuerte voz masculina:

— ¡Alto, policía!

Las armas cayeron al suelo sin mediar resistencia, Olga y Richard se miraron en silencio sin poderlo creer.

Eran testigos de esta improbable escena mientras su mente bullía en preguntas sin respuesta.

Santiago emergió con una presencia arrolladora, sometía a un hombre.

—Es el líder de la Bratva en los Estados Unidos —susurró Richard a Olga.

El rostro del hombre mostraba signos de haber recibido un castigo, pero su porte era tan imponente que parecía que pocas personas podían haberse enfrent