El Llamado
Damian se recostó en la amplia cama de su departamento en Londres, un lugar que, a pesar de estar perfectamente ordenado, tenía el aire impersonal de quien nunca se queda lo suficiente para llamarlo hogar. Las paredes eran lisas, sin cuadros ni adornos. La decoración era mínima: muebles modernos y funcionales, una paleta de tonos grises y negros y estantes vacíos que apenas sostenían algunos documentos y objetos personales dispersos. Solo una mesa baja de cristal junto al sofá sugería actividad reciente, con restos de un café frío y un cuchillo táctico dejado descuidadamente a un lado.
El espacio reflejaba su vida: práctico, eficiente y siempre listo para la próxima misión. Las ventanas, de piso a techo, dejaban entrar las luces de la ciudad, parpadeando como estrellas artificiales en la noche londinense. Damian rara vez se quedaba en el departa