Capítulo 94. Dolor y decisión
Las contracciones de dolor parecían intensificarse, como olas que no daban respiro. El sanador preparó infusiones, compresas, todo lo que su saber antiguo permitía. Pero Mya seguía pálida, sudorosa, y su respiración se volvía entrecortada.
—Esto no es suficiente —dijo Devon finalmente, la decisión endureciendo sus facciones—. Aquí no tenemos los medios para tratar algo así.
El sanador lo miró con gravedad.
—Es riesgoso sacarla en este estado.
—Es más riesgoso dejarla aquí —replicó Devon—.
Alina, que se había mantenido cerca de la cama, lo miró alarmada.
—¿A dónde quieres llevarla?
—Al mundo humano —respondió él, sin dudar—. A un hospital.
—¿Y si el traslado…? —intentó objetar el sanador.
—Ya he avisado por si acaso —lo interrumpió Devon—. Tengo autorización para sacarla. No voy a quedarme de brazos cruzados esperando que… —Se detuvo, tragando las palabras que no quería pronunciar delante de Mya.
Ella lo observaba con ojos brillantes, apretando su mano.
—Devon… confío en ti