Capítulo 48. Un té
La mañana era tranquila, pero en el corazón de Alina el eco de su pesadilla aún vibraba como una campana rota. Había intentado convencerse de que solo había sido un mal sueño, pero la sensación de aquella joven encadenada seguía aferrada a su pecho. Después de desayunar junto a Devon, quien había tenido que salir temprano para reunirse con los capitanes de patrulla, Alina decidió caminar por el castillo para despejarse.
No llevaba mucho tiempo recorriendo los pasillos cuando escuchó una voz conocida que la llamó por su nombre.
—Alina —dijo Matilda, su tono dulce y firme a la vez—. Qué suerte encontrarte. ¿Vendrías a tomar el té conmigo?
La anciana estaba de pie al final del pasillo, con su habitual porte elegante y la mirada clara que parecía verlo todo. Alina asintió con una leve sonrisa.
—Por supuesto, señora Matilda.
La sala privada de la matriarca olía a hierbas secas y pan recién horneado. Una mesa redonda de madera oscura estaba dispuesta con una tetera humeante y dos tazas de p