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Capítulo 4. ¿Traición?

El séptimo día en la manada Blacknight amaneció con la misma tensión que lo había marcado todo desde la llegada de Alina. El viento traía el murmullo de los árboles, pero también el de los juicios. Alina caminó entre senderos solitarios, con la cabeza en alto y el corazón agotado. A pesar de las condiciones deplorables en las que la habían obligado a vivir, se mantenía serena. Los sirvientes y seguidores que habían llegado con ella, aislados, hambrientos y vigilados, recibían su fortaleza como única guía en ese lugar alejado donde los habían alojado. 

Pero no era fácil, sin alimentos casi, aislados y bajo el escrutinio de los miembros de la manada Blacknight que los miraban recelosos. 

—No bajen la guardia —les había dicho esa mañana—. No sabemos de qué son capaces aún. Lo único claro es que nos odian. 

Había enviado a tres de los suyos a investigar en secreto las estructuras internas de la

manada. Necesitaba un plan. Si quería mantener viva a su gente, debía lograr una única cosa: que el Alfa Devon aceptara casarse con ella. 

No era amor lo que buscaba. Era supervivencia. Pero no solo para ella, también para los suyos. 

Ese día salió sola, fingiendo un paseo casual. Caminó por el borde del jardín oeste, cerca del lago, con la sensación constante de estar siendo observada. Agudizó el oído, disimulando. Cuando giró por el sendero cubierto de flores marchitas, detuvo sus pasos de golpe. 

—¿Piensas seguirme todo el día o vas a decir algo? —preguntó con voz tranquila. 

De entre los árboles surgió una bella mujer, impecable, con esa sonrisa que no tocaba sus ojos. 

—Vaya. Tienes buen olfato para una loba traidora —dijo con sarcasmo. 

—¿Y tú? Buena actriz para alguien tan desesperada —respondió a pesar del miedo Alina pues podía sentir en sus venas las intenciones de la joven mujer, no sabía cómo explicarlo pero ella tenía esa clase de sexto sentido o intuiciones. Podía leer a la gente y esa mujer destilaba odio, podía sentirlo en sus venas. 

Soriana dio unos pasos al frente, sin perder la compostura. 

—Deberías marcharte, Moonlight. Este lugar no es para ti. Devon y yo... crecimos juntos. Mis padres murieron por la guerra que tus ancestros no hicieron nada por evitar. Su madre me crió como hija. ¿De verdad crees que él te elegirá por sobre mí? 

Alina la observó con atención, midiendo cada palabra. Y levantó su barbilla con firmeza a pesar de sentir un escalofrío recorriéndola. 

—Ya sé quién eres. Eres la que se aferra a Devon todos los días. Pues déjame decirte que si él hubiera querido casarse contigo, ya lo habría hecho hace mucho tiempo. 

La sonrisa de Soriana se borró en un segundo. En su lugar, apareció una expresión torcida por la furia. Sin previo aviso, la empujó con fuerza. Alina tropezó hacia atrás, perdió el equilibrio y cayó al lago con un grito ahogado. 

El agua helada la envolvió como un abrazo cruel. Pateó desesperada, buscando la superficie. No sabía nadar. Abrió la boca, gritando: 

—¡Ayuda! ¡Por favor! 

Y entonces lo vio. 

Devon.

Saltó al agua sin dudarlo. 

El cuerpo de Alina fue extraído con rapidez. Tiritaba. Estaba pálida, los labios azules. Se desmayó apenas tocó el césped. Devon la levantó en brazos, con el ceño fruncido y el corazón acelerado, y la llevó de regreso a la destartalada residencia donde la tenían confinada. 

Allí, se detuvo un momento. Sus ojos recorrieron las paredes húmedas, los colchones sin mantas, los restos de comida rancia. Algo dentro de él se contrarió. ¿Porqué estaban en esas condiciones?, pensó con suma curiosidad pero no dijo una palabra. Solo la acomodó en la cama y salió sin mirar atrás. 

Esa misma tarde, Soriana entró a la oficina del Alfa. Devon estaba de espaldas, sin pronunciar palabra. Ella sabía que la vio aunque en ese momento tampoco le dijo nada. 

—Devon, yo... solo fue un accidente. 

Él se giró lentamente, los ojos dorados fríos como acero. 

—Te vi —repitió con tono peligroso—. Y Soriana, eso fue despreciable. Nos guste o no, tengo un compromiso con ella. ¿En qué estabas pensando? 

Ella apretó los labios. Entonces cambió de táctica. 

—No es una mujer comprometida contigo. ¡Es una maldita amenaza! —alzó la voz—. De camino la vi dándole algo a una sirvienta en secreto. Creo que quería pasar información a su manada. Discutí con ella, claro. No sabía qué hacer. Pero luego envié a alguien para interceptar la carta. La tengo aquí... por favor, leéla. 

Le extendió un papel arrugado. Devon lo tomó con manos tensas. 

Lo leyó en silencio. 

“Hemos encontrado la manera de conquistar a la manada Blacknight. Por favor, esperen noticias.” 

El aire pareció desaparecer de la habitación. 

Los ojos de Devon se oscurecieron con furia. El papel tembló entre sus dedos. —¿Estás segura de que esto venía de ella? 

—Sí —mintió sin dudar—. La vi con mis propios ojos, te lo juro por mi vida Devon. El Alfa no dijo más. Salió con paso firme.

Y que la luna se apiadara de ella.

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